BCCCAP00000000000000000000501
so erc•s tú más grande que nuestro padre Jacob, que nos clio este pozo, clel cual bebió él, sus hijos y sus ganados? Jesús remonta más alto su pensamiento y entra con él en la misma eternidad. Manifiesta que su agua es más pura y más excelente que el agua de todos los pozos y las fuentes de la tierra diciendo: -· Quien beba de esta agua, volverá a tener sed, pe– ro el que beba del agua que yo le diere, no tendrá sed ja– más, pues el agua que yo le dé se hará en él una fuente que salte hasta la vida eterna. La mujer sigue sin entender las palabras de Jesús, pero se entusiasma con la idea del agua que El le anun– cia. Ella, que tantas veces tiene que venir a buscarla al pozo, soportando los fríos del invierno y los calores del verano, sería dichosa si tuviera el agua que Jesús le ofre– ce. Y se atreve a decirle: - Señor, dame de esa agua, para que no sienta más sed ni tenga que venir aquí a sacarla. Pero Jesús, en su intento de conquistar su alma para el reino de Dios, cambia de idea y penetra en las inte– rioridades de la conciencia de aquella pobre mujer, ex– traviada por las sendas del pecado. Sin más le ordena: - Vete y llama a tu marido. Esto llega al fondo del corazón de la samaritana y vienen a su mente recuerdos de su vida rota. Pero apa– rentando serenidad, co,rta la frase de Jesús diciendo, re– suelta: - No tengo marido. - Dices bien: «No tengo marido», porque cinco tu- viste, y el que tienes ahora no es tu marido. En esto has dicho verdad. En esta revelación, la samaritana comprende que aquel desconocido es algo más que un hombre vulgar. Puede ser un enviado de Dios. Esto le hace elevar el pen– samiento al orden religioso y dice: - Señor, nuestros padres acloraron en este monte, y 81 6. -- .!e:s-ü, rle Nazaret
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz