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EL ANFORA ROTA Puesta del sol en un día primaveral. Jesús acompa– ñado de sus díscípulos llegó a Betania, pequeña aldea, situada a dos o tres kilómetros de Jerusalén, en la parte oriental del Monte Olivete. Pasado el desierto de Judea, aparecía acogedora, como delicioso oasis, brindando al viajero su verdor y frescura. La luz de la tarde porúa diversidad de suaves matices en todas las cosas. Las ala– medas alargaban sus sombras. El agua de las fuentes co– rría bulliciosa por los regatos. Las higueras, los almen– dros, los olivos y 1 los algarrobos de los alrededores real– zaban la belleza del paisaje. Pero más que las bellezas del panorama alegraban el Corazón de Jesús los afectos de los corazones amigos que en aquella pequeña población encontraba. La casa de los hermanos Lázaro, Marta y María era para El algo así como un nido de amor y de paz. Sabía que allí siem– pre se le recibiría con cariño, y que podía encontrar des– canso para su cuerpo y solaz para su corazón. La presen– cia del Maestro en aquella casa era como un ,rayo de sol¡ para las flores entristecidas por las sombras de la noche. Cuando llegaba allí, al brillar de las estrellas, se le abría con una explosión de regocijo. Marta, toda actividad, se 196

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