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día Jesús pasar como un desconocido y sin ser molestado por la multitud, dedicarse a la instrucción de sus apósto– les. Entra en Tiro situada a orilla del mar. Allí se alzan telares de finas telas y tapices; pero lo que más sobresale en la ciudad es el templo dedicado· a Heracles, de artística arquitectura griega. En Tiro hace noche y luego parte por la ribera del Mediterráneo para Sidón. Mas he aquí que pronto se divulgó la noticia de su estancia en aquella comarca pagana, pues hasta allí había llegado. ya la fama de sus portentosas obras. Muchos de sus habitantes le conocían por haberle visto en Galilea. Según iban caminando se oyen gritos de mujer. Era una cananea, sirofenicia de raza, perteneciente al mundo gentil, la cual llega ante Jesús y, puesta de rodillas a sus pies, le hace este ruego apremiante: - Ten piedad de mí, Señor, hijo de David; mi hija está malamente atormentada del demonio. Jesús calla. Parece impasible a aquella desgracia. Sin responder palabra, sigue en silencio su camino. La mujer reitera sus ruegos y se dirige a sus discípulos para que intercedan en su favor. Eran tales sus lágrimas y lamentos, que los apósto-l les movidos a compasión y deseosos de que no les impor– tunase tanto, suplicaron al Maestro que la atendiese y los dejase en paz. ·- Despídela •··· le dijeron-·, pues viene gritando de– trás de nosotros. Jesús teniendo en cuenta su misión personal de evan– gelizar tan sólo al pueblo de Dios y no al mundo gentil, al que había de enviar a sus apóstoles, rechaza el ruego de la mujer diciendo: - No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Puede ser que la mujer no oyese o no entendiese la respuesta de Jesús; pero se daba cuenta de que El insistía 159

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