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sinagoga y todo el pueblo se reunió para escuchar al Hi– jo de María. Comemaron las ceremonias litúrgicas: ora– ciones, cantos de salmos, la bendición al pueblo, y por fin. la lectura de un libro santo y su explicación. Como era natural y se esperaba, para la lectura y su explicación invitaron a Jesús. El ac€ptó la invitación. El hazán, especie de bedel o sacristán de la sinagoga, se acercó a Jesús y le entregó el rollo que contenía el li– bro sagrado. Jesús subió al estrado, desenrolló el libro y dio comienzo a su lectura. El texto era de Isaías y con– tenía un pasaje mesiánico. La voz de Jesús resonó sono– ra y expresiva al recitar este verso del Profeta: - El espíritu está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cau– tivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para ,poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año ele gxacia del Señor. Terminada la lectura, Jesús enrolló el libro, se le de– volvió al ha.zán y se sentó para explicar el texto. La ex– pectación en el auditorio era enorme. Los asistentes se hacían todos ojos y oídos. Un silencio profundo reinó en toda la sinagoga. Jesús con sencillez, pero con grave auto– ridad hizo esta afirmación: - Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír. El Hijo de María siguió comentando el texto de la Profecía con tal gracia y sublimidad que todos que– daban maravillados. Con su modestia y dignidad, y sobre todo, con la excelsitud de su doctrina conquistaba los co– razones. Sus oyentes, en general, se sentían cautivados por los encantos de su divina Persona. No obstante, los nazaretanos tienen muy presente la humilde condición de artesano de la que habia salido el joven Maestro. No saben explicarse cómo puede hablar de aquella mane,ra. Terminado que hubo Jesús la plática, se hacen los comentarios. Se siente un suave murmullo. Con aire de sorpresa, se dicen unos a otros: 145 10. •- Jesús de Nazaret
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