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Jesús la toma de la mano, la mira con ternura y ex-– clama: -- «Talitha qumi», esto es: iNiña, levántate! La niña abre sus ojos puros. Su rostro se vuelve rosa– do y salta del lecho con la ligereza de sus doce años. Los padres, en el colmo de su alegría, no sabían qué hacer; y aunque Jesús les recomendó guardar silencio sobre el prodigio, la noticia corrió en seguida por todo el contorno. Entre el clamor de la turba, Jesús continuó su vida de peregrino por la campiña de Galilea. 142

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