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de lo sublime, el contacto de algo sobrenatural, la influen– cia del poder de Dios. Todo esto les movía a glorificar al Señor, porque les concedía la gracia de poder contem– plar aquellas maravillas. Sus palab,ras eran un canto de gratitud y alabanza. Unos decían: - Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Otros contemplaban el pensamiento añadiendo con santo regocijo: - Dios ha visitado su pueblo. Estas palabras, como si fueran un celeste mensaje, iban corriendo de boca en boca y se repetían por hombres y mujeres en toda Judea y por todos los países limítrofes. Jesús, ofrecido el don de su ternura, dilatado su co– razón por la misericordia para con todos los humanos, siguió por los campos de Galilea, repitiendo a los hom– bres el mensaje de Dios. 128
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