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LOS DOCE Jesús ansiaba la soledad, donde pudiera verse libre de las asechanzas de sus enemigos y donde le tuera :fácil expansionar su corazón en plegaria ferviente. Con este deseo de aislamiento, caminaba un día hacia el lago. Mas la turba se dio cuenta de su huida y se fue tras El buscan– do su benéfica presencia. En torno de El se reunió una mul– titud de gentes de Galilea, de Judea, de Jerusalén, de Idu– mea y Transjordania hasta las tierras maptimas de Tiro y de Sidón. La fama de su nombre se había extendido por toda Palestina y había llegado hasta Siria. Es verdad que todas aquellas gentes querían oir la doctrina del Nazareno; pero más .que todo deseaban que curase todas sus dolencias. Era tal el tropel que se había reunido en torno de Je– sús, que los enfermos tenían que abrirse paso con vio– lencia para llegai a El. Los espíritus inmundos salían de los cuerpos de los posesos y al salir confesaban a gritos lo que Jesús era, diciendo: .,...... iTú eres el hijo de Dios! Mas Jesús no quería alborotos. Era amante de la paz; por eso se proponía hacer el bien sin ruido ni aparato, con la mayor naturalidad, como la flor que en silencio esparce su perfume. A sus favorecidos les mandaba que callasen. 112
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