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64 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. a todos los hombres la más sublime ciencia, el más divino arte. La ciencia del conocimiento y del amor de Dios, el arte de la propia perfección. Predica una doctrina nueva, desconocida. Y lo hace con una autoridad tan natural, con una persuasión tan íntima, que basta oírle para con– vencerse de que es en verdad el Maestro por excelencia. No puede compararse con los otros maestros que había entonces en Israel. No es extraño que apenas da comien– zo a su predicación cuando los que le oían quedasen ad– mirados, pues dice San Marcos: «Les enseñaba como quien tiene autoridad, no como los escribas» (Me. 1, 22). También decían de Él las turbas: «Jamás persona alguna ha hablado como este hombre» (Jn. 7, 46). No. Nadie ha hablado como Jesús en el mundo. Su lenguaje es el lenguaje de Dios. Dios ha hablado por su hijo al mundo. Por eso sus palabras son rayos de luz que muestran al hombre el camino recto y seguro del reino de los cielos. Son palabras de vida eterna, y quien las guarda en su corazón, alcanza la paz, la dicha, la santidad, la felicidad más perfecta. Jesús es igualmente el Sei'íor. Todo cuanto existe est:i bajo su dominio y todo debe obedecerle. Él era, en es– pecial, Señor de sus apóstoles, porque se había adueñado del corazón de ellos por sus seductores atractivos, por su amabilidad. Los discípulos estaban convencidos de que era el Señor, porque como Enviado de Dios tenía derecho a gobernarlos, dirigirlos y mandarlos. Con todo, acaso no captaran todo el significado de esta palabra con que so– lían llamar a Jesús. Ser Jesús «su Señor» era tener dominio sobre ellos. Dominio sobre su alma, sobre su cuerpo, sobre su vida, sobre su destino temporal y eterno. Y Jesús es Señor de todos los hombres, de todas las cosas. El Padre las ha puesto todas en sus manos. Lo más admirable es lo que hace resaltar Jesús en sus palabras : Él es un Maestro y un Señor humilde que re– bosa el más exquisito amor como lo ha demostrado en la acción de lavar los pies a sus discípulos. La consecuen– cia salta a la vista. Él es nuestro modelo, que es preciso

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