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94 Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopí_a_____ guarda. Entre ellas son muy de :1otar las siguientes: Un libro o rollo de escritura desconocida, que se dice bajado del cielo, y una piedra sagrada igualmente bajada del cielo. Excuso decir que tales reliquias carecían en absoluto de autenticidad, y a juicio del padre César, que las había visto, el rollo de escritura no era otra cosa que el papel de una Sacra impresa en Venecia, y la piedra, un ara de altar de rito latino; objetos abandona– dos probablemente por los Padres de la Compañía de Jesús o por algún sacerdote portugués. La ciudad contaba a la sazón un millar de ha~itan– tes, en su mayoría de raza sacerdotal. 19. Visita al príncipe Tolló-Brillé.--Hice una visita a Tokó-Brillé, el cual me recibió muy atentamente, a pesar de encontrarse ocupad,) en la práctica del rezo del Salterio, cosa para ellos muy sagrada, y de la cual no se dispensa ningún Grande ni Príncipe de Abisinia, aunque todo ello no tenga otro fin que la ambición, como veremos más adelante. Hí– cele mención de todo lo acaecido en el Ti¡¿-ré, tocante a mi destierro, de que él dió muestras de estar suficienteme11te informado. En fin, advertí en él favorable disposición para exponerle ,ni deseo de que permitiera a mis Padres misioneros la entrada en el país Galla, sujeto a sus dominios, y accedió de buen grado. Con tan gratas impresiones me despedí del afable príncipe, augurándole feliz acierto en su gobierno, y me retiré á mi casa. A los pocos instantes recibí la visita de un enviado del príncipe con los regalos acostumbrados en semejantes oG:siones: en ésta supera– ron a todas, pues consistían en un buey, diez ovejas, cinco grandes va– sijas de miel y dos de manteca. No podía yo, en verdad, corresponderle con otro tanto, pero al menos le envié un propio, agradeciéndoselo y ofreciéndome en todo a su persona. 20. El país Galla.-Tedba-Mariam está sentada, como dejo dicho. a buena altura y en una posición envidiable; desde allí divisamos en lon– tananza la deseuda tierra de promisión de nuestro apostolado, el país Galla. Al verlo, confieso ingenuamente que me dió un vuelco el corazón de alegría y sentí inundada mi alma de un gozo y consuelo sin igual, viendo al ojo la tierra porque tantos años había peregrinado. Quise co– municar con mis compañeros la satisfacción profunda que sentía, pero advertí con dolor q11e no compartían conmigo en esos sentimientos de alegría y regocijo. Jóvenes inexpertos sentían salir fuera de la Abisinia, donde su corazón se había pegado en demasía. Por otra parte, no falta– ban malas lenguas que los traían a mal traer, disuadiéndoles celosamente la entrada en el país Galla, con el torcido fin de estorbar el fruto de su ministerio, y de vivir aquí lindamente a sus expensas. Los hechos se encargaron de dar buena cuenta de cuanto voy describiendo. 21. Riqueza de esta regü5n.-Tedba-1\1ariam ocupa el centro de una vasta región que comprende todo el principado de Saint, y es, sin duda alf;Lllla, la rnús rica y fértil de toda la Abisinia. 1\lerced a esa abun– dante producción del terreno. era allí la vida muy barata, por manera que por un solo escudo o peso fuerte, se compraba desahogadamente una partida de unas diez y ocho ovejas, e igualmente, se conseguían por el mismo precio, de veinticinco a treinta fanegas de grano, según la esta– ción del afio, y así proporcionadamente de lo demás. tanto que cinco gran– des vasijas de miel o de manteca, apenas valían una peseta. Hoy ya no

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