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90 Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopía cuya torre estuvo colocada la campana que al citado rey regaló el Papa Gregorio XVI (1). Quiero hacer notar aquí, n&da más que someramente, la elevación de la meseta que se extiende sobre la montaña del Semién. La altura de la meseta en general oscila entre dos a tres mil metros; pero los puntos más altos de la montaña llegan hasta cuatro mil, y el pico de «Dagián>), el más alto de todos, 5ube a cuatro mil seiscientos. Las mon– tañas de la Abisinia, lo contrario de las de Europa, son en general más pintorescas y deliciosas que sus valles. Hállanse cubiertas de loza1ia ve– getación, que recrea la vista con el verdor y la frescura de su suelo, y perfuma el ambiente con el grato aroma de SLIS plantas odoríferas. 10. Un hermoso panurama.---Siguiendo nuestro camino, llegamos a la cima de otra altura, desde donde se nos descubrió de improviso un bellísimo horizonte de embelesante perspectiva. Apareció de frente y en el Tlano la pintoresca región del \Vagara con sus caprichosas ondulacio– ne de valles y colinitas de exuberante vegetación; a lo lejos asomaba la cabeza la ciudad de Gondar, cual solícito vigía puesto en las avanzadas; y entre Sur y Oeste descubría sus plateados brazos el célebre lago Tsana. Quedamos arrobados un breve espacio contemplando tan magnífico pa– norama, que abría el corazón a más halagüeñas esperanzas, y al punto co– menzamos la bajada a la llanura del \Vagara. Por una estrecha y mal trazada senda, fuimos descendiendJ casi verticalmente el largo trayecto de unos quinientos metros hasta encontrarnos en el llano. La explanada en, en verdad pintoresca y deliciosa, pero enteramente deshabitada a c1usa de las frecuentes guerras de que era teatro. Aquí precisamente había sido el campo de batalla, donde guerrearon Deyaché Ubié y Ras Aly. de que arriba hice mención. Por esa razón apenas pudimos encon– trar una miserable choza donde alojarnos durante la noche. 11. Doc¡uci: Sus monurnentos.-Doquá es una pintoresca villa al e:üremo de la región \Vagara y no lejos de Gondar. Bajo la dominación de los portugueses había sido de mucha importancia a juzgar por los no– tables y neos monumentos (los más de ellos en minas) que la embelle– cieron. Vimos todavía en pie algunos edificios y casas, y sobre todo, se conservaba una iglesia de gusto abisinio, en su aspecto general, pero construída por europeos hacía unos trescientos m'ios. Sus paredes eran de cal y canto y estaba dividida en naves por series de columnas, con sus bóvedas respectivas. Ni era sólo ésta, sino que en Gondar y en sus alre– dedores, se ven muchas de estas iglesias. y a!gL1nas en buen estado de conservación; todas ellas son obra de la épuca de os portugueses. Tam– bién se conservan en pie tres magníficos palacios imperiales, uno de los males, distante de Gondar como dos días de camino, servía de quinta de veraneo. Nada decimos de las demús obras humanitarias y de utilidad pública. como los diez o doce grandes puentes. carreteras, caminos, etc.. que dejaron hechos; todo lo cual es una prueba palmaria del grado de ci– vilización a que elevó a aquellos pueblos la aventurera nación portuguesa. Pero el pueblo abisinio, indolente por naturaleza, lejos de aprovecharse (1) La rPf<"rilla eampana, dt~ unas ,loer- nrrobas de pe~o. pr-rmanr-riú rn su campanario hasta 1,PH', n•neido y ht>cho 1n·isionPro l)pyachú Phi{· por Tr-otloro, dPrrihó l'slP la iglPsia por odio a su adyer:;ario, trans\>orlHIHlo la cilada campana a DP\Ta Tahor pa1·a colocarla <·n otra ig:h•:-;1a po.r e-l lt•vanlada y, etlicaila al Salvadot· dt•I inundo~

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