BCCCAP00000000000000000000476

Traducción del M. R. P. Marcos de Escalada 87 ha dicho y hablado de él, resulta que es un obispo de Abuna Jacob, los cuales son todos unos «santos)); al revés de nosotros, que somos todos unos «diablos». Nuestro obispo Sal ama es como el gallo, que no puede ver que cante otro en su corral. «Envidias y celos del oficio» -repliqué yo medio riendo, y procuré cambiar de conversación por la cuenta que me tenía. 5. Llegada del Kalatie.-Muy de mañana llegamos a alojarnos en la casa designada para ello por el rey Ubié. Presentamos la recomen– ción del rey; y al punto el dueño de la casa nos recibió con toda cortesía. señalándonos las habitaciones y disponiendo lo necesario en cuanto a la alimentación, con el fin de obsequiarnos como se merecía un recomenda– do del rey. Yo, para evitar preguntas capciosas y obviar otros inconve– nientes. me contenté con tomar un poco de leche por alimento y me retiré a mi habitación, poniendo por pretexto el cansancio. Así pude hacer tran– quilamente mis rezos y devociones y reposar con sosiego. Al atardecer llegó el Kalatie (1 ), quien en nombre de Deyaché debía acompañarnos durante el trayecto hiista Gondar. Despedí, por consiguiente, a los que me habían conducido hasta este lugar, y a la mañana siguiente partimos en dirección a Gondar. G. Viaje penoso. -Heme étCJUÍ peregrino y fugitivo atravesando el ingrato país de Abisinia, de donde a la sazón me encontraba desterrado. Sólo el deseo de salvación de tantos infelices como habitaban en aquellas apartadas e incult, s regiones, era capaz de sm:tener mi aliento entrecor– tado por nubes de polvo y fatigado con el peso de tan largos y penosos viajes; y eso que no escaseaban agasajos y atenciones por parte del ele– mento oficial de gobierno debido, sin duda, a la protección real bajo cuyo escudo viajaba. Ellos me proveían de todo cuanto había menester res– pecto a mi alimentación diaria y la de mis compaíieros, consistente casi siempre en carnes, cerveza y aguamiel, tínicos productos de aquel país. Hase de notar muy bien, con todo, que mejor que a mí íbale siempre al Kalatie. Porque cuando un forastero viajaba bajo la protección del rey. ha de ser obsequiado siempre con magnificencia regia, como quiere el rey, y el Kalatie es quien corre con el cargo de indicar y determinar todos los obsequios que en cada caso se han de tributar al forastero. Ahora bien, al llegar a una aldea, ciudad o mesón, donde quiere detenerse, da orden a las autoridades del lugar para que se presten a obsequiar al en– viado del rey conforme la voluntad de éste. Sucede con frecuencia, que el taimado Kalatie determina y exige mucho más de lo que el forastero ha menester y, claro es, que de lo sobrante hace comercio, y creyenJo las gentes que todo aquello queda a favor del recomendado del rey, se lo guarda él muy bien, sin dar siquiera aviso al pobre forastero, quien queda muchas veces ignorante de esa baja trama urdida a sus espaldas y con perjuicio suyo. Ocasiones hay en que el Kalatie multiplica sin ne– cesidad y aun con notable perjuicio de aquél las paradas, o finge de- (1) KalaliP, quierr- <leeir ¡nPgonPro o porta,·oz.. \nliguanu~nh· :-.úlo st•daha e:,;p nomhrt• al qur- iba mandado y por on Pn tlt•l t•mperndol'. Hoy. PH eamhio, sP ha lu•cho eo,nún para tlt•signar al qne va en nomhr(~ tlt• otro, sPa éslr• rcyt príncipP o simplP cahallero.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz