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S.J Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopía tenar de ellas. El abisinio, ni tardo ni perezoso, estimulado co11 la prome– sa del precio, dióse tal prisa y maña en su labor, que antes de doce días tornó con gran cantidad de ellas. Me las fuí aplicando en varios días se– guidos. cincuenta cada día, ora en el hueso sacro, ora en la rodilla, donde sentía el dolor. Y no me vanaglorío de mi arte medicinal, pero he de hacer constar paladinamente, que fué ello para mí una cura tan eficaz y acertada, que me libró enteramente de la dolencia, sin que jamás en ade– lante volviera a sentirla. De ello me aproveché después muchas veces pura curar enfermedades semejantes en los indígenas (pues que debía de hacer también de médico). Siéndome casi siempre de resultados satis– factorios. Esta receta en Europa es muy común, y se usa con relativa frecuen– cia, pero nunca en la forma como yo la usé en Abisinia; es decir, en tan grande dosis como yo solía hacer en mis años de apostolado. Pues llegué a aplicar hasta unas cuatrocientas a un mismo enfermo en ocho días se– guidos, y siempre con eficaces resultados. Estoy persuadido que cual– quier hombre, sobre todo si es de temperamento sanguíneo, puede so– portar sin peligro y con ventajas la aplicación de hasta un centenar por día, salvo raras excepciones. CAPÍTULO XII MI ODISEA EN ABISINIA 1. Urza arriesgada resoluciórz.-La consagación episcopal de Mon– señor De Jacobis fué para mí de grande satisfacción por muchos concep– tos. Por ella quedaba yo libre del obshículo que me impedía encaminar– me a mi final destino, cual era la Misión de los Gallas a mí principalmen– te confiada. A fin de ultimar todos los asuntos concernientes a la estabi– lidad y buena marcha de todas las Misiones a mí encomendadas, pedí el neet'sario permiso para venirme a Europa; pero mientras llegaba la res– ptwsta. tomé la resolución de internarme de nuevo en el corazón de Abi– sinia. y si la providencia se me mostraba favorable, penetrnr h:ista el país de los Gallas. El proyecto era en verdad espinoso, dada mi condi– ción de desterrado de esos paíst:s; pero era preciso arriesgarse, y con el apoyo divino, esperaba salir airoso y coronar felizmente mi atrevida re– solución. A ello me impulsó también una carta del P. Felicísimo. a quien, como dejo dicho, envié en expedición al rey del Xoa. Mi esperanza es– trilrnba en la protección de Sala-Salasit\ amigo íntimo y protector deci– dido de todos los europeos; pero Sala-Salasié era ya muerto, y su hijo y sucesor en el reino del Xoa. siguiendo el consejo de los ancianos de su país. me negó la entrada por el camino de Zeila, si bien me prometió influir con Ras Aly para que me dejase libre la via de J\1assawah. Para comp,ender la razón de esta negativa, se ha de advertir una cosa, y es que. con motivo de la poseé>ión de Aden por los ingleses. todos los súb– dito,::, de Abisinia y eé>pecialmente los habitantes de esa región costeña,

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