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Traducción del M. R. P. Marcos de Escalada 75 que estaba dispuesto a dar cuantas satisfacciones fueran precisas para dejar a salvo mi caballerosidad y buen nombre; pero jamás consentiría en aceptar. No quiero yo enviar a Roma satisfacciones de mi comportamiento -le dije-- sino noticias de su consagración. CAPÍTULO XI HORRORES Y ERRORES 1. Rumores de otra guerra.-La relativa calma de que venía dis– frutando el pab desde la paz concertada entre Ras Aly y Ubié, estaba ahora a punto de turbarse por el furioso huracán que a toda prisa se venía encima. Ismael-Effendi, gobernador de Massawah, aquel mismo que le– vantó la espada contra mí, derribúndome la casa, corno dejo arriba dicho, de carúcter pendenciero y antojadizo, acababa de dar un paso atrevido con el que conculcó a sabiendas los derechos de Abisinia. Tuvo la osadía de levantar fortalezus, poniendo en dlHs guarnición, en Umkullu y en Ar– keko, territorio abisinio. El Nahib o alcalde de Arkeko. indignado de tal abuso de prepotencia, reclamó sus derechos ante Deyaché Ubit~, decidido en todo, a vi11dicarlos hasta con las armas. A ello se prestaba favorable– mente la estación del ailo, en que a las tropas abisinias érales fácil bajar a la co,;ta ( 1 ). Las cosas iban agriándose cada vez más, las relaciones entre ambos pa1ses eran graduiilmente más tirantes y los rumores de guerra co11 este motivo cada día iban tomando cuerpo. Un temor pánico se apoderaba a viva fuerza de los lÍnimos hasta que finalmente estalló la guerra. 2. Huida de Umlw!lu: Llamcwziento de las tropas. --Era inmi– nente la ruptura de relaciones y peligroso. por consecuencia. el perma– necer en nquel campo de agramante. y sin otro aviso nos trasladamos a 1\lassawah poco antes de las fiesbs de Navidad. llevando con nosotros todo el ajuar de casa y ornamentos de iglesia, que bien poco era, contra la voluntad y los consejos del Sr. Degoutin. que confiaba deshacer las rivalidades de los contendientes. Gran parte de la población de Umkullu nos siguió. retirándose con sus haciendas a la isla. El agente consular se negó a hacerlo. quizás por no amedrentar ex:esivarnente al pueblo y para conservar el honor de la nación que representaba, pero gracias que a tiempo trnsladó su familia con lo m:cís estimable de su casa. porque, se– gún luego veremos, hubo de sufrir harto en ese trance A los pocos días de la fiesta de Navidad, según el cómputo latino (2). Abisinia comenzó (1) La t•staciún de las lh1Yirb ('n la zona túrrida ~uelP coiuritlir ron nuestros n1eses de vt•rano; ¡wro en la co::-:la, e~a ('s{aciún ::se nlra:-,;a y ~nPli• VPnir Pn nnf'-slros HH'ses dP otoño o invierno. En Pse t iP-mpo y, eomo p:-,; natural, por razúu tlt> la nhnntlantf' lluvia, lo:,<; campos 't'PVPrdPcPn, enlH·iCIIdo:·H' de vegdaciún, y lo~ lo1-renle·s anmPulan sn caudal, lo cual facilita ,.,,l movin1it>nto tlp, lo::; ejórcilo:-;, t[Ht' Pll paisP~ cúlitlo:-,; no JHtPdPn dar un paso sin ngua. (:!) La fií,:s:tn:d1~1~avid1ul f"H Ahi:><inia, si• celPhra doce· días de~pnt~~ q11P en Europa, porqnP ,¿•11 .\hb,;inia ~P rigen lodavia por el calendario de Julio Cl•sar.
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