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74 Mis treinta y cinco años de Misión en la Alia Etiopía de hostias suficientes para la comunión de todos los ordenandos. segtín es costumbre, y suspendí la celebración del acto. No quise, con todo, re– sol\'er el caso por mí solo; consulté a Mons. De Jacobis el significado y el alcance de tan repugnante acción y cerno me contestase que carecía de importancia, pues semejantes extravagancias en Abisinia eran frecuentes y nacían más bien de ignorancia que de malicia. y que no sería difícil corregirlo, seguí su consejo y lo ordené, pero en mi interior n:e quedó siempre clavada una espina sobre la sinceridad de aquella conversión. Desgraciadamente, mis temores y sospechas fueron verdaderos pronós– ticos. Porque de allí a poco, desencadenada la persecución. de que luego hablaremos, abandonó la fe, cayendo de nuevo en la herejía. dir(, mejor: que aun antes de la persecución era ya apóstata. Porque el desgraciado. conociendo por experiencia que la profesión de sacerdote católico no le producía lo que la precedente santidad monacal, dióse a propalar visiones y milagros por él obrados, a fin de atraerse la admiraci(m y seguimiento del pueblo, pero la trampa le salió palancél. Porque no le creyeron y se burlaron de él. Entonces. amoscado, tornó a sus antguas andadas. vis– tiendo nuevamente su traje monacal y continuando en su ridículo e hi– pócrita modo de obrar, con lo que no consiguió otra cosa que desc1cre– ditarse a sí mismo entre los que antes habían sido sus más ciegos par– tidarios. 1:3. Noticias de los PP. 1Wisioneros.--·Uno de los consuelos. casi el tínico, del Miéiionero entre infieles, es el buen éxito de sus trabajos y el favorable resultado de sus continuados desvelos en la conversión de las almas. y a mí me premiaba ahora el Sefior con una gotita de miel. merced a las consoladoras noticias que iba recibiendo del resultado de las gestiones de mis PP. Alisioneros. Lm, PP. Justo y César, establecí· dos en Tedba Mariam. ciudad v monasterio sitos a orillas del río Bachiló y casi rodeados de los pueblos Gallas, ejercían con fruto su apostólico ministerio y se abrían camino por el reino del Xoa. si bien el represen– tante ele Xaifié, tío de Menelik. no les dió las facilidades que esperaban. Del P. Felidsimo, enviado al Xoa en cornpafiia de Abebajtí, como dejo dic110. ne\ tenía recientes noticias, pero no ignornba su buen recibimiento en GJsa ele Deyaché Ubié y de Ras Aly, quien le dió letras de n•comen– l1é\ción para el rey del Xoa, adonde se había dirigido. Igualmente, me eran gratas las recibidas de la Misión de Aden, bajo la inmediata direc– ción del P. Sturla. Todo ello era un motivo p,1ra alabar al Sefior, que tan felizmente encaminaba mis asuntos. 14-. Nuevo asalto a la humildad de lvlorzs. De Jacobis.-En mi residencia de la costa pasábarne el tiempo santamente ocupado, ora en la instrucción catequística. ora en la preparación de los jóvenes aspirantes al sacerdocio. Con todo, mi pensamiento estaba siempre en la Misión de los Gallas, a que se oponía la resistencia pertinaz de Mons. De Jacobis en ser consagrado. Volví a importunarle por ver si conseguía vencer su firmeza; pero le hallé como el primer día. Agriado entonces y enojado por tan dura obstinación al cargo episcopal. le mostré varias cartas de mis amigos de Roma, en que se me hacía responsable de tan rara y larga dilación. Pero ni por esas. A ello me contestó con su habitual afabilidad,

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