BCCCAP00000000000000000000476

72 Mis t1einta y cinco afios de Misión en la Alta Etiopía quedó aquella Misión enteran1e11te sujeta a mi jurisdicción, y me dediqué de lleno en unión con el Sr. Sturla. a poner en orden las cosas de la Mi– sión mejorando, en cuanto pudiera, su situación. que era en verdad harto precaria. Administrada siempre por interinos ---E:ncargados de momento--– carecía hasta de lo más indispensable. lfallábase sin iglesia, y lo que es mús triste, salvo una gratuita cuota del gobernador. carecía en ubsoluto de recursos. La Misu se decía en u,rn pobre choza de paja, y en otra pa– recida habitaba el P. Misionero. En fin, una Misión sin fondos ni torma. La colonia católica, compuesta de un millar de personas, era muy hete– rogénea, esto es, de naciones y lenguas distintas, lo que dificultaba grandemente el ministerio; porque. si bien el Sr. Sturla hablaba perfec– tamente el francés y el inglés. no podía. con todo. hacerse entender de los soldados del lndostán, que allí estaban de guarnición, ni del mícleo de la población árabe indígen:1; y eso era un obstúculo grande en sí, pero que a todo trance era preciso obviar. 7. Apoyo de aquellos buenos catc)/icos.--En ,1poyo de mf pro– yecto de mejoras. invoqué la ayuda de la colonia católica y de la ciudad, y he de confesar abiertamente y sin restricciones. que me prestó valiosa cooperación, por la que aquí les manifiesto mi gratitud rmís sincera y cor– dial. Adopté como lengua de la Misión, la oficial del Gobierno. que era la inglesa, y en ella hacíamos la predicación y el catecismo; y para los particulares que no entendían el inglés. buscamos catequistas hübiles de su propia lengua, asignándoles un buen sueldo. Abrimos centros de co– lectas para allegar recursos. que en breve dieron la no despreciable suma de G.000 francos. con los que pudimos hacer frente a las nece:;idades müs urgentes de la Misión y regularizar la buena marcha de las cosas. 8. Recursos de Europa para la /vlisidn de Aderz.-Era preciso \'alerse de todos los medios que teníamos a nuestro alcance, y escribí al < Consejo de la Propagación de la Fe de Lyon > en demanda de recursos p:1ra esta 1\lisión. y el caribitivo ((Consejo,,. ni tardo ni perezoso. me envió a vuelta de correo 10.000 francos. Lo mismo hice con mis buenos amigos de Italia. y t'll especial del Piamonte, de los cuales recabé otros 10.000. que unidos a las ofertas hechas por el Sr. Sturla por sus amigos de Géno\·,¡, formaban la importante suma de 50.000 francos. He nquí el fruto de nuestros primeros trabajos, encaminados al bienestar dl; la Mi– sión. Así pudimos hacer frente a las muchas necesidades urgentes de aquella Misión y el Sr. Sturla fué luego el encargado de la administra– ción y logró. en verdad. ver floreciente aquella cristiandad combatida por tales contratiempos. Yo, a mi vez, les prometí a aquellos buenos ca– tólicos interesar en pro de su Mision al Gobic'rno de Inglaterra, a donde tenía proyectado en breve un viaje. · D. El Sr. Sturla, Terciario Frmzciscmzo. --Antes de alejarme de Aden. y con el fin de estrechar lo~ lazos que me unían al Sr. Sturla, le impuse el hübito de la Tercera Orden de San Francisco, que vivamente él deseaba. El celoso sacerdote lo recibió con satisfacción, adaptándose tan perfectamente a exacto cumplimiento de la Regla de Jus Tercii,rios (como que en su espíritu reinaba ya perfecta conformidad con ella), que no se contentó con lievar el simple escapulario, sino que se vistió del hábito talar que solían antiguamente usar los Terciarios, aunque más del-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz