BCCCAP00000000000000000000476
íO Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopía ------ llevó a alta mar; nada quise advertirle, porque el día se nos mostró bo– nancible y tranquilo, aunque yo no las tenía todas conmigo; por la noche, no encontrando, como es natural, punto donde echar anclas, seguimos 11::1- vegando con un viento en popa que nos daba placer. El tercer día fué también afortunado; pero esperábamos el cuarto con preludios de una seria borrasca. Después de la tempestad viene la calma, pero aquí sucedió lo contrario; porque a la borrasca precedió uw1 calma extraordinaria y misteriosa: era el acecho del león que se disponía para engullirnos, aunque gracias a Dios, salimos ilesos. Por la noche se desarrolló en las aguas una 111aravillosa fosforescencia, de suerte, que parecíamos bogar én un in– menso estanque de fuego. 2. Tres días de terrible agorzia.---Aun continuó la calma enlama– iiana del quinto día, pero no se nos olvidará jamús la hora del medio día. Comenzó entonces de repente una violenta hinchazón de las aguas, la barquichuela, empujada bruscamente por las olas, corría sin freno ni me– dida, y aquí subo y allí bajo, daba con nosutros tan recios golpes, que era p: 1 ra desesperarse. Y así una hora y otra, y la tarde y la noche entera con ese terrible vaivén que nos enloquecía ... y la tempestad siempre en :lllmento... ; por mús de sesenta horas estuvo el mar jugi1ndo con nosotros como con una pelota; ya se levantaban sobre nuestras cabezas imponen– tes montaiias de agwi, ya veíamos abierta a nuestros pies una profundí– sima sima que nos aterrorizaba. ¡Qué momentos aquellos tan angustiosos! y la barca haciendo agua por todos sus costados, las velas hechas jirones y los barqueros no daban abasto a desi1loj:ir el agua que iba entrando; hasta el jovencito Pablo, asiendo con una mano crrntra su pecho la meda– lla de la Santísima Virgen, a quien fervorosamenle invocaba a cada ins– tante, con la otra ayudaba a desalojar el agw1. va Iiéndose de una pequeiia taza de cinc (1). En fin, desencajados y medio muertos de espanto nos ayudábamos mutuamente rnanto podíamos; pero ¡qué horas aquellas tan largas y penosas!; aseguro que aquellos tres días fueron para nosotros más que tres largos aiios, y ni mm así nbrigába111os esperanza de salir con vida. Por fin, se calmó el viento y cesó la borrasca; parecía como si el alma tornase al cuerpo; pero nos se1Jtíamos tan pesadamente rendidos que ni únimo para hablar hallúbamos. Er:1 común a todos el deseo de re– posar con trnnquilidad. por lo que nos dirigimos a la cosfo. 3. Breve parada en Asab.-A11clmnos en la bahía de Asab. Mando u mi sirviente preparar algún alivio corpornl y se encuentra con que el agua que llevábamos estaba inservible: entremezclada con la del mar, que había penetrado en los odres, se había hecho salobre. Nunca una des– gracia viene sola, y nosotros maltrechos y sin fuerzas carecíamos de una gota de agua, con que refrigerar nuestras íauces resecas de tanta brega. Pero salada y todo, no hubo otro remedio que tragarla. Preparamos con (l) E:~IP jdn'11, como a1Tih,1 dijP, :,;i:.,r11i1') i''n .\tlPn la carrera pe)('~iúslíca, hnjo la direc– ciún d1·l SI'. :-,111rla, Ordt•nado dP ~a('1'r1lolt\ :,.;(• interno t•n PI corazún dt>I Al'rica PH calidad de 111i;-:io1H•ro, co11:-:r•-rv:u11lo :s::PlllJll'P <·I ,.,:-.píriln apo:-;túlico q11P PJH'Pntli.ú dt• ~n nrnrslro. Ac~ l11alm1•11te (18S'1), ...;p halla Pll In \Ii:-::ion dP (;1u·1Ta, dnrnl1• IP P1H'onlro PI Sr. Frnnzoj Pn C'l ,·iaje t¡IH' hiz_o 1•11 hth('H d1• los l'P:~!o;<> del Sr. Chíarini. Esl11rni.ulo t•I cadúv(~r, d fut.~ tp1ien lo bendijo y dio t I alí•.:.lado d1• idP11lilicaciún ~T d,• enlr1•g-a, t•I cual lradnddo dt•l amarieo y an– !1•11lilícado por PI oh1..;po Cap11cliino .,lons. La:--~ert\ auxiliar de la ::\Iisiún Gdlla, y por n1i, ~•· <'Oll:'st'rva aclual111t'11l{' {'ll el .\rchivo n11111ieipal de ChiPii.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz