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Traduccicin del M. R. P. Marcos de Escalada 65 --------- 8. Importante mercado en Bérbera: llegada n Aden.--Aun nos detuvimos en Bérbera antes de llegar al término de nuestro viaje. Bér– bera fllé siempre Ct'.lfbre por sus importantes mercados, que duraban largo tiempo, pues se abrían en Noviembre y no se cerraban hasta bien entrado el mes de Abril. El capitán del barco tenía interés en asistir a aquel mercado, que precisamente daba comienzo en aquellos días, donde esperaba hacer negocio. De grado o por fuerza no tuvimos más remedio que detenernos todo el tiempo que a él le convino; y en verdad que no perdió el tiempo, pues hizo una importante compra de cauchuch que le prometía extraordinarias ganancias; y no se apresurara a salir todavía si lu escasez de recursos no le hubiera acuciado con lu esperanza de arribar pronto a Aden, donde se proveería de ellos para hacer otras compras del mismo artículo y continuar ese negocio. Por fin la sirena nos anuncia la llegada a Aden. Pie a tierra y en busca de alojamiento. Pero estando en Aden establecida una Misión Católica, ¿dónde mejor que en la Casa– Misión podíamos estar? El P ../\\arcos Gradenigo, veneciano y de la 01·– den de Servitas, encargado interinamente Ge la Misión, nos recibió con los brazos abiertos. ¡Qué placer se siente en lejanos países cuando pode– mos hablar en nuestra propia lengua y con paisanos muy estimados! 9. Don Luis Sturla.--Era una víctima del liberalismo pujante. Ni en Génova, su patria, ni en el Piamonte, ni aun en Roma lo dejaban en paz. La Sagrada Congregación de Propaganda lo recotm•ndó a Monsefior Guaseo, delegado del Papa en Egipto; pero ni aun aquí pudo librarse de los tiros alevosos del liberalismo, y Mons. Guaseo lo envió recomendado al Padre Marcos en Aden. Era de esperar que allí, alejado de la maléfica influencia de esa plaga social viviría tranquilo y prestaría no pequeña ayuda en la naciente misión; pero desgraciadamente el P. Marcos estaba también contagiado, o por lo menos, temió las salpicaduras de aquella enconada persecución, y ni siquiera quiso recibirlo. Movido yo a compa– sión más que por otros fines, lo acogí entre mis familiares con destino a la Misión a mí encomendada, rogando juntamente al P. Marcos lo reci– biese en casa por unos días, mientras lo ponía en conocimiento de Roma. Afortunadamente mi determinación fué acogida con aplauso µor el carde– nal Prefecto de la Propaganda, y sin más requisitos el Sr. Sturla quedó &gregado a la Misión Galla. 10. Personalidad del Sr. Sturla.-Muchas veces después hube de dar gracias a Dios por el favor que me hizo con la acogida del persegui– do Sr. Sturla. Era un misionero celosísimo y un santo de cuerpo entero. Ni me era totalmente desconocida su persona; recuerdo haberlo visto antes en Génova en ocasión de hacer una visita al cardenal Taddini, ar– zobispo de aquella ciudad, y por cierto que me causó extraordinaria ad– miración todo su porte exterior. Conversr,ba con el Secretario de su Eminencia sobre asuntos de beneficencia pública y rebosaban sus expre– siones tan convencida persuasión, que robaba las miradas de todos los allí presentes. Cuando hubo entrado a hablar con su Emcia. no pude me- liva ti,• rPí1n-111a o i11novaeio11. A (•ilos ~1• nlrihnyú Ja mw•rll' de lhruitu Bajá, víctima lle una púeima Y!'llt•no:s,;a.Y 111ú~ 1.ardP lo<·o n .\h11:-- Ba,1ú idt·•nllea sut'l'lP, sin lflH' por cSo SP th•shi– dt•~t• :-,;11 JHll'lido, q:H' :,;t• vio n•moz.ndo Pll EgijllO ¡¡] mando dt' Arahy Bajú, con10 igu;ilJHPnte hizo ;\J;dul! eH P1 Stul~111.
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