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62 Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopía_____ entonces harto difíciles, y tratándose de asuntos de capital interés, como el presente en que Roma no suele ni quiere precipitarse, hi1be de espe– rar la decisión buen espacio de tiempo. 2+. Nuestras ocupaciorzes.-Cercados en Gualá por la persistente lluvia, no por eso estábamos mano sobre mano. Ayudübamos al señor Prefecto en la catequesis y en la administración de los Santos Sacramen– tos, y por mi parte tuve en aquel tiempo varias ordenaciones sagradas y confirmaciones, sin descuidar tampoco el estudio de las lenguas abisinia y galla, tan necesarias en nuestro apostolado, y por razón de su peculiar construcción y pronunciación, harto difíciles para nosotros, tanto más cuanto que carecíamos en absoluto de gramáticas para ello. Así pasamo; aquellos tres meses de invierno (para la Abisinia. se entiende. que para Europa es pleno verano), hasta que apuntando ya la primavera, que las nubes recogían sus mantos plomizos, y las poblaciones se desenvolvían para continuar su vida de constante oscilación. y los hombres hormiguea– ban afanosos en busca de la felicidad y del bienestar, nos apercibimos también nosotros para la partida, pero nuevos y harto más graves obs– táculos nos cortaron el paso, desconcertando nuestros designios. CAPÍTULO IX MI PRIMER DESTIERRO 1. Rumores adversos a mi persorza.---Tiempo hacía que yo abri– gaba fund,idos temores sobre el riesgo que podría correr a mi entrada en territorio abisinio, y DSÍ se lo manifesté repetidas veces al Sr. De Ja– cobis, en previsión de cualquier inesperado y desagradable acontecimien– to. Mi deseo era hacer el viaje de incógnito. a fin de no alarmar sin mo– tivo ni infundir sospecha alguna en los ánimos acerca de mis designios. pero me sometí enteramente al juicio y parecer del Sr. Prefecto. con– dando serenamente que v2laría por mi ,;eguridad. Con todo, la excesiva bondad de corazón y la condescendencia se dan de ojos con frecuencia con la previsión y suspicacia de los males que amenazan. V el señor Pre– fecto. de corazón tan bondadoso y ajeno de toda aviesa intención, juzgó buenamente que nada había que temer. y descuidó el velar por mi situa– ción. No podía comprender que Salama (de quien únicamente podía venir el daño) arrojado pocos meses antes por el pueblo que le odiaba a par de muerte, pudiera originar otro grave disgusto. Pero se engañó, porque el diablo, que barruntaba su destronamiento y el despojo de su presa en Abisinia, atizó el fuego de la pasión del vengativo Salama, quien con embustes y amenazas de todo linaje alzó contra mí sus partidarios, no esperando más que el momento oportuno para darme el zarpazo, y ese momento desgraciadamente llegó. 2. Fatal equioocaciórz.-Dejamos dicho arriba que la isla de Mas– sawah quedaba bajo el cetro del virrey de Egipto, el cual nombró go– bernador de ella a Ismael-Effendi, egipcio y amigo íntimo del obispo Salama. Sucedió, pues, que el Sr. Cerruti, cónsul general de Cerdeña y
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