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56 lVlis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopía ]lo de Magdala, donde después de cuatro años murió envenenado en el 1867 8. Guerras contra Ras Aly.--EI hereje Salama desde el destierro donde se hallaba, suscitó diversas guerras contra el Ras Aly dueño de toda la Abisinia. Una de ellas estaba en efervescencia a mi llegada u Gualá, sita en la provincia del Agamién. Deyaché Ubié, rey del T1gré y del Semién, pasó el río Takazé con parte de su ejército formando u1w gruesa columna con el que mantenía en el Semién, y se dirigió contra Ras Aly que esperaba también con su ejército en el Vagará. Tra:)óse po1· fin la batalla durando con diversa fortuna desde el mes de Noviembre hasta después de Pascua. Mi designio era enviar a los padres misioneros hasta el país Galla, punto de nuestro destino, mientras esperaba yo en el Tigré órdenes de la S. Congregación para saber a qué atenerme. Pero la citada guerra echó por tierra todos nuestros designios y por fnerza hubo que permanecer en Gualá hasta la terminación de la guerra. D. h;ercicios espirituales.--En la imposibilidad de continuar nues– tro vi:1je, pensamos aprovechar el tiempo útilmente para nuestro espíritu. Hablamos con el Sr. De Jacobis y le rogamos nos predicara unos ejerci– cicios espirituales que deseábamos hacer. Han pnsado ya treinta y cinco años, y casi puedo repetir gran parte de los sermones y pláticas que nos dirigi<Í nquel siervo de Dios. ¡tanta fné la impresión que en mi ünimo produjeron! Sólo el aspecto de su venerable persona imponía veneración y respeto llevando el espíritu a Dios. Realzaba grandemente su palabra aquel su aire de gravedad y de simpatía a la vez; su parsimonia y senci– llez en el comer, su modestia en el vestir, su admirable rnridad y cortesía. siempre solícito del bic~n de sus prójimos. asiduo en el trabajo y en la ora– ción; todo el conjunto de su vida ejemplar era para todos una muda pre– dicación que arrastraba sill pensarlo en seguimiento de la virtud. En la celebración de la santa Misa parecía un extático, y en general pne.de decirse que no vivía entre los hombres mús que con el cnerpo, su espíritu andaba siempre arrobudo en Dios. Supo unir en admirable consorcio ('1 retiro del anacoreta con la acti\·idad del misionc;ro. Cua11do predicaba, lo hacía con unción tan evangélica que pHrecia 1111 San Pablo. No hacía giila de formas retóricas pero. con todo. a los pocos instantes de comenz:ir. se adueñaba por completo de los corazones llevúndolos como a liµ;era mari– posilla tras el atractivo de las cosas espirituales. En fin, era tal nm'stro anhelo por escucharle que nos parecieron los diez días como un instante. 10. Orde!les sagradas.-Terminados los diez días de santos ejer– cicios, que para mí fueron como un momento. juzgamos oportuno conferir órdenes sagradas. Tenía yo mandato expreso de la S. Congregación de no dar órdenes más que en rito latino, aunque los ordenandos radicaran y permanecieran en otro distinto rito, por lo que hube de r1te11enne a ello en la celebración de la sagrada ceremonia; y en cuanto a la aptitud e idoneidad de los aspirantes me fué forzoso, dado mi desconocimiento del idioma abisinio y de las costumbres y usos del país. aquietarme y con– tentarme con los informes y parecer del Sr. De jacobis, testigo por otra parte de seguro criterio y de absoluta confianza. Cumplidos todos los requisitos, en diversas ordenaciones, impuse las manos a quince, confi– riendo a diez de ellos la orden del sacerdocio y a los restantes las infe– riores.
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