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Traducción del M. R. P. Marcos de Escalada 55 lo sometieron a votación, siempre salió de la urna el nombre de Andrés, porque es evidente que no conteniendo la urna más que ese, el verdadero mihigro hubiera sido que sacaran otro nombre. Con todo, los protestan– tes tienen bien poco de que gloriarse por su candidato, y mucho antes debían haberlo previsto. 6. Primeros esccindalos y discusiones.--Elegido el nuevo obispo, la Comisión abisinia se presentó a ofrecerle sus respetos y obediencia, no sin protestas de algunos de ellos que, noticiosos de sus desarregladas costumbres, rehusaron visitarlo, haciéndose por ello blanco de los anate– mas del p3triarca. Por fin, se presentaron todos. pero la visita les fué tan desagradable. que a su salida todos, a excepción de tres o cuatro, pro– testaron de no reconocer al nuevo obispo. Entre otras cosas no menos extravagantes, preguntóles si en la Abisinia se d,1ba culto a la Virgen María. ¿Y quién no venera a la Santísima Virgen? --dijeron--. Entonces se enfureció desatándose en injurias y obscenidades contra la Madre de Dios. y concluyendo por decir: que poco a poco irían desapareciendo esas antiguallas de sacristía. Tan absurdas palabras cayeron en el ánimo de los visitantes como una viga de piorno y, sin otro acuerdo, se presentaron al Sr. De jdcobis, po– niéndose incondicionalmente a sus órdenes. Este resolvió continuar su viaje a Roma bajo la protección del Cónsul francés con disgusto de los de las demás potencias; perc todo fné tiempo perdido, porque sobre el triunfo de la iniquidad vino el silencio diplomático; si bien ese triunfo le costó muy caro a Inglaterra, como veremos mús adelante. No me detengo en referir los fastuosos recibimientos a la Comisión abisinia en NüpcJles y singularmente en Roma, porque fueron tan notorios en toda Europa que apenas habrú quien no tenga noticia rie ellos. 7. El nuevo obispo en la Abisinia.--Mientras los diplomáticos dis– cutían sobre la provisión de la silla episcopal de Abisinia, el patriarca copto dió orden al nuevo obispo de partir a su destino y tornar posesión de su Sede. Así lo hizo en efecto. dejando a los diplomáticos con lapa– bra en la boca. La cuestión quedó pues prácticamente zanjada de un plu– mazo; pero los ánimos andaban ya cruelmente exasperados y echaron la culpa de todo ello a la Misión Católica. siendo el Sr. De Jacobis el blan– co principal de las iras de los herejes. Al regreso los comisionados que habían ido a Roma, fueron vilmente insultados y perseguidos, uno de ellos, Abra Gebra Miguel, puede tenerse por verdadero mártir, pues murió bajo el látigo de los sirvientes de Salarna. El obispo hereje ade– lantándose al Sr. De Jacobis, entró en Góndar y tomó posesión de la casa y patrimonio del obispo católico. Joven imprudente y desenfrenado, originó serios disgustos en la misma Corte, y la misma reina, madre de R<1s Aly, hubo de llamarle la atención por sus licenciosas costumbres. Reo de horrendos crímenes y manchado con el estigma de/ eas livianda– des, hizose blanco del odio de sus propios subordinados, quienes al cabo de un año de su presencia en Abisinia, clamaban a una voz por la expulsión inmediata del obispo. Ras Aly, para apaciguar al país, se vió obligajo a expatriarlo al Tigré, donde permaneció hasta el reinado del gran Conquistador Teodoro, que con miras intere-;adas le hizo volver a Góndar, hasta que cansado también de sus rebeldías lo encerró en el casti-
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