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.54 Nlis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopía de semejantes expediciones rnando no van regentadas por una persona formal y de autoridad, que sea garantía del éxito. conserve la armonía e.1tre los expedicionarios, y prevenga cualquier inesperado conflicto, y sobre todo, fiel y desinteresada, buscaba y deseaba de todas veras en– contrar un europeo para ponerle al frente de la Comisión, y lo halló en la persona del Sr. De jacobis. 3. Comisión dei.' Sr. D2 jczcobís.-Contrariado el Sr. De Jacobis en su apostólico ministerio, por lo estéril e infructuoso que a su ,1rdiente celo se le presentaba. había tomado la resolución de trocar su acción evangélica en oración continua y perseverante, por ver si así conseguía algtín fruto práctico en el pueblo. No se equivocó el santo varón, porque en poco tiempo consiguió tal ascendiente y estima ante las gentes que atraía irresistiblemente las miradas de todos, y todos le seguían y vene– raban viendo en él m1 no sé qué de más grande y airactivo que en todos sus venerandos monjes y sacerdotes; y ese fué el motivo por qué Ubié puso en él los ojos para nombrarle jefe de la expedición. No aceptó el Sr. De Jacobis tan escabroso y comprometido cargo sin poner una con– dición que fielmente cumplida, habría sido la salvación de Abisinia. La condición era que en vez de detenerse en Egipto la Comisión, se llegara a Roma y pidiese al Soberano Pontífice el obispo sucesor. Ubié consultó el caso con los demás príncipes, y acordaron aceptarla; por lo cual el Sr. De Jacobis se puso al frente de la expedición. 4-. Traición de fo5 expedicionarios. -Imposible es describir la cude,rn de las penalidades que tuvo que sufrir los tres meses de viaje. Refiriómelos uno de los mismos expedicionarios a quien conocí. Con todo, logró conservar la annunia entre ellos hasta el Cairo; al llegar aquí fué tal el revuelo que se armó, suscitado por los herejes coptos y por los mismos musulmanes. que la Comisión decayó de áni ;no y resolvió presen– tarse al Patriarca copto. El Sr. De Jacobis, al verse traicionado, aban– donó su puesto de jefe y se retiró a la Casa-Residencia de su Congrega– ción, observando desde allí aquellos diabólicos manejos, y no cesando de rogar al Señor a fin de que fuese todo ello enderezado a su mayor gloria y bien de la Abisinia. 5. Interuención de los protestantes en la elecciórz del nuevo obispo.--Grande e increíble fué la perfidia de los herejes coptos, y de los nrnsulmanes en este asunto; pero más honda y perjudicial sin compa– ración fué la del libertino joven Andn~s. de quien arriba hicimos mención, y eso que apenas contaba veinte años. Enterado del asunto y en alas de ambición de consagrarse obispo, tales manejos y enredos puso en juego ante los anglicanos, prometiéndoles hacer protestante a toda la Absinia, que, por fin, mediante una suma de tres mil escudos que entregaron éstos al patriarca copto. consiguieron fuese aquél nombrado y consagrado obis– po de Abisinia, asumiendo temerariamente el nombre de Salamcz JI, nombre que por respeto a S. Frumencio. primer obispo de Abisinia de nominado Salczmcz, ninguno de sus sucesore.~ había osado tomar. Bien sé que el descubrimiento de esos embrollados manejos, ha de exacerbar a los protesfantes, y por ello pondrún el grito en el cielo, di– ciendo: ¡envidia, exageración, calumnia! e invocanín en su favor el pre– tendido milagro que propalaron, de que por tres veces consecutivas que

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