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Traducción del J\1. R. P. 1'\1arcos de Escalada ------- ter Noster» en lengua abbinia. Gran consuelo, en verdad, nos causó el escuchar aquel sencillo coro de armoniosas y graves voces entrernezcla– dc1s con las agudas y angelicales de los nifios; nuestro corazón se enter– necía y ensanchaba concibiendo dulces y consoladoras esperanzas. CAPÍTULO VIII P R I ,\l E R A S D I F I C U L T AD E S 1. Urz lamoso intrigante.-AI devoto entusiasmo y fa\'orable aco– gida que tuvimos en Gualú, sucedieron para nosotros tristes sucesos y amargos desengaños. Procuraré resefiarlos lisa y llanamente, no sin m1- tes hacer una mlnuciosa descripción del tristemente célebre personaje, causante principal de nuestras desgrncias. Fué l'Ste el obispo hereje de Aksum, «Abba Salama, (padre pacífico) la antítesis de lo que era. Hijo de un comerciante de e:,clanJS en el Cairo, recibió en el bautismo, ad– ministrado según el rite, copto, el nombre de Andrés; joven libertino, fué educado en las escuelas protestantes del Cairo y de Malta, abrazando luego la malhadada Reforma. Sus padres, que llevaron a mal tan desca– bellada determinación, lo mandaron castigado al monasterio de San An– tonio, en la Tebaida, donde lo retuYieron rnatro afios, y de tal manera fingió enmienda, que llegó hasta tomar el húbito de monje, ¡Dios sabe con qué vocación! JVlas al poco tiempo fraguó en el monasterio una tre– menda conspiración contra el Abad, intentando darle muerte, lo que no se efectuó, porque descubierto, fué al punto expulsado. Tenía a la sazón diez y ocho años. Por sus travesuras hubo ele perder un ojo, y toda su vida fué un tejido de despropósitos, intrigas y embrollos. Ultimamente hallúbase en el Cairo, en ocasión en que llegó una Comisión abisinia para el objeto que verún mis lectores. 2. ilfoerte del obispo abisinio y ()lección del sucesor.-Acaeció en 183-t la muerte del obispo hereje, Cirilo, envenenado por Deyaché Sabagaclis (1), rey del Tigré, quedando la sed<' vacante por espacio de cinco afios, hasta que la escasez de sacerdotes para la celebraci(m del culto y el apego a la tradición religiosa. comenzaron a inquietar al pue– blo, quien culpaba de ese clesrnido a los príncipes y jefes gobernantes. Determinaron, por fin, pedir obispo sucesor. y al efecto, ordenaron re– caudar la cantidad ele dinero suficiente. segtín antigua costumbre, para los gastos ele viaje y demús actos ele obsequio y de reconocimiento debi– dos al Patriarca y al Gobierno de Egipto. Hecl1a la recaudación, Deya– ché Ubié, sucesor de Sabagac\is, fué el encargado de disponer lo nece– sario para la expedición de los treinta comisionados elegidos por los príncipes, que habrían de ir a Egipto en demanda ele un obispo para la Abisinia. Ubié, conocedor experimentado de las vicisitudes y fracasos (l) lh-yackl• P~ eorrupcíún 1lt' Dr•ya~rnachl', y Plimolúgicamrnlt> significa H(;narda tlt• la jlllt'l'lrn); t'll el u:-;o t'OlllÚII P(pli\'Hil' a ()l'Ílll'iJH' o rpy.
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