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52 Mis treinta y cinco años de Misión en la Al.a Etiopía verston porque bien sabido es el odio a muerte que alimenta el musul– mán contra el nombre cristiano (1). 18. Odio de los musulmanes contra los apóstatas de su reli– gión.--EI odio a muerte con que persiguen los secuaces de Mahoma a sus correligionarios apóstatas es de tan hondas raíces, que difícilmente llega a arrancársele; como que se engendra al calor de las primer~is lec– ciones del Corán, que recomienda vivamente el exterminio de los ((infie– les:>, esto es, de los que no creen en Mahoma; acreciéntase después. merced a su brutal educación y roce continuo de sus semejantes y corre– ligionarios; pero en quienes reconcentran, por decirlo así, toda la hiel de su odio satánico, es contra los convertidos cristianos salidos del seno del islamismo; a esos los aborrecen, los persiguen y hasta se persuaden ser cosa digna de loa y de premio darles muerte alevosa. De ahí aquellas continuas y encarnizadas guerras contra los crisfü1nos que observamos en la historia de todos los siglos a partir del levantamiento de Mahoma. Y de ahí también la repugnancia invencible que sienten para convertirse a la fe de Jesucristo. Esa misma semilla de odio y de venganza contra los que abandonan su religión, va creciendo igualmente entre los cismáticos griegos contra los latinos, lo cual no me sorprende, por ser táctica propia de las sectas todas que impotentes para mantenerse con la persuasión, buscan predo– minar e imponerse por la fuerza y el engaño; en fin, el grito subversivo de siempre de la pasión desordenada, personificado ahora en los musul– manes, griegos, rusos, protestantes y hasta en los mismos ab:sinios. rn. En Zaquar0 !I en Gualci.-De Tukunda, donde nos ,énrnntrá– bamos, partirnos, acompafiados de un guía, por medio de un áspero de– sierto, donde los nómadas Túltalos hacían continuas correrías, detenién– dcmos en casa de cierto sacerdote hereje, amigo del Sr. De Jacobis. y llegando a la tarde del segundo día a Zaqnaró (;¿), pequeña ciudad sita en 1111a hermosa llanura rodeada de colinas y rica por sus verdl:'s y pruducti– vas praderas, donde nuestras bestias de carga hallaron abundante pnsto. También aquí nos hospedamos en casa de un neófito del Sr. De Jacobis, el ctwl, como de coc;tumbre, nos regaló con Gime, leche y pan. De Za– quaró partimos a Gualá (3), punto de residencia de 111wstro santo Prefec– to. Era al atardecer, hora en que sus familian·s solían lwcer las oracio– nes de la noche en comün y las terminaban con el canto solemne dl'l d',1- (1) El SJ'. Dr• .Jacohi~ aducía f'li pro dt• In iolPrnncia dP Psa prúcl ica ol1·a razon fundada t·n las palnhra:-: q11P pl'ofii'rPll Pll PI 111onu•11!od1•l sacrificio. que son 1111;1 [mplic·ila profi,._.ion dt• fP. Porqnc 1•1 cri:s-lin110 ."'-',lt'l'ilica la ncli11w en 110111hrP tkl PadrP, y(•! 11111:s,11lmú11 ('IJ tHHll·– ln·p 1k Dios l~no, st'U:tin ~11 ('l't'tlo, y 1'11l rnmho~ han'!! inl {'llCion dt'· ofrPí't'l' ycrdadt·ro :---:,H'1·i n ~ t·ío rn ~111'1,agio 111' lil:--: y dlfi'llllo~. l)p !ndo lo cnal ..;p t'('ha dt• \"t''I' qut' rsa:-..: pr;'1dica--.: t•nv11eln·n un c;11·acit•1· t'11 co11:---:1·c111·1it'ia no ~t• 1111Pd1•n idt•11liHcal', como tampoco :-,1' idt>1il 11iPan la proft':---:l11n 1auo con !a i!t-111111--.:11!n1an. (21 Zaq11arú i'!'s cah1•:1a dt' parl ido de la p1•q111•f1a p1·nvlncia, t¡HP l!Pva ~n rui--.:1110 nomhrt•. Confina con la de A,1,trnn11·•u. p11nln H donde no,,., d1ri;!tH!lHb. y Pll t I qm· lH'rma1wc1 mn..; dl'· IIB afio t•~pt\r'ando 111'tlPHe:,, dt• la Propaµan1ln. (:,) El Sr. lk .Jacoh1~;. :_tl !ijar aq11i ..;¡¡ 1·e-.;_idt>ncia, la i~k~ia tle San.J11an, l'ahncnda por DP)·acl1t• fol'ma ahi:---:inin, r dP co11:---:ig-uiPni<•, adaplada únlcarnentt• para t'I re- fot'lnarla, i(~\·antando cu s:11 interior nna capilla para dí'cir \li..;a y ~a grada~ del rilo latino.

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