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Traducción del M. R- P. Marcos de Escalada 47 que generosamente se desvivía por atendernos con toda suerte de rega– los. Tanto la madre como las dos hijas que tenía eran muy finamente educadas y de gran fondo de piedad; sentían sumo consuelo y gusto inde– dble en oir todos los días varias Misas, y permanecían con nosotros todo el tiempo que les permitían sus ocupaciones: de las dos hijas, una se lla– maba Emelania y la otra Lucía, siendo, tanto por sus angelicales costum– bres, como por su rara hermosura, la admiración de aquellas bárbaras gentes. Educadas en colegio de religiosas, sentían inclinación a la vida del claustro, sobre todo Emelania, y en verdad que habrían sido dos lirios agradabilísimos a los pies del Seiior. 4. Arribo del Sr. Pre/eclo.--Transcurría perezoso el tiempo y nuestros ojos no veían la tierra de promisión de nuestro apostolado; espe– rábamos con am,ia la llegada del Sr. Prefecto cuando, de improviso. el joven Tekla nos anuncia .su inminente arribo. Salimos en dirección a la playa, desde donde le veíamos hogar acompaiiado de unas ocho o diez personas, sobresaliendo entre ellas por su presencia venerable y el color blanco de su rostro. 5. Nuestra entrevisfa.-Luego que echaron pie ,J tierra, vinieron a pedirme la bendición, no sin antes hacer profunda reverencia, hincándose de rodillas. Levantaos, dije al Sr. De Jacobis, Vos sois mi Seperior, y entrambos, presos de inefable emoción, nos abrazamos tiernamente, a la vez que rodaban por nuestras mejillas gruesas lágrimas de gozo y satis– facción cumplidos. Hoy es el día en que la hora de la misericordia divi– na se ha dejado oir en la soledad de estas tierras africanas, decía emo– cionado el venerable Sr. Prefecto, donde tres siglos há no ha puesto el pie Obispo alguno católico. Bien venido seúis y que el Sefior bondridoso multiplique copiosamente los saludables frutos de vuestro apostolado. G. Celo del Sr. De jczcobis !! sus atenciorzes.-En animada y ale– gre conversación llegamos a casa, donde la seíiora Degoutin nos obsequió con un suntuoso banquete, pero al celoso apóstol nada le preocupaba más que la pronta salvación de las almas, a quienes ha consagrado todos sus trabajos y sudores, así que, transcurridos los primeros momentos de gra– tas e imborrables impresiones, pidióme licencia para dedicarse de nuevo a su ministerio en la isla y. al efecto, dió orden de que se reuniesen en Umkullu, donde les distribuiría el pan de la divina palabra, Aun estuvo en nuestra compafiía la noche entera, preguntándonos sobre los princi pa– les asuntos de Europa, acerca de personas y objetus para él memorables. Le dimos cuenta de la muerte del Papa Gregorio XVI y de la elección de Pío IX que para él eran todavía misterio; le entregamos las cartas a él dirigidas con los recursos pecuniarios del Sr. Lfcroy, y él a su vez nos indicó los preparativos para hacer nuestro viaje a la Abisinia con otros asuntos de importancia, rogándome, no obstante, tuviese paciencia y le permitiera ejercer allí su apostolado. Por fin, dejando en nuestra compa– ñía dos de sus familiares para que nos sirviesen de ayuda en el viaje y principalmente para prepararnos la maleta a estilo del país, partió para Umkullu. 7. Nuestras impresiorzes.--Cuando me ví a solas con mis compa– fíeros. no pude menos de comunicarles mi profunda admiración por el sefior Prefecto, quienes a su vez, me referían la grata impresión que entonces
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