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46 Mis treinta y ci11co años de Misión en la Alta Etiopía CAPÍTULO VII ENTRADA EN LA ABISINIA 1. Escasez del Sr. Dejacobis y su profecía.-Ansiábamos viva– mente saber del Sr. De Jacobis, pero desconocedores del idioma abisinio . no pudimos entendernos con los dos referidos jóvenes, por lo que la mis– ma señora del agente hubo de hacer de intérprete, o mejor diré , de rel a– tora. «Estos dos jóvenes -decía- han sido enviados varias veces al año por el Sr. Prefecto de la Misión como portadores de cartas , en las que repetidamente nos exponía su extremada necesidad y escasez de todo, pues hace tiempo no recibe de Egipto dinero ni socorro alguno; por ma– nera que hasta el presente hemos sido su sostén; pero, a fin de prevenir y evitar mayores penurias y calamidades, mi marido resolvió ir en per– sona a Egipto en demanda de apoyo y de socorros para el Rmo. Sr. Pre– fecto y su Misión; y en e.ecto, hace quince días que partió. Despedidos estos jóvenes hace tres semanas, helos de nuevo aquí con el mismo objeto. Confieso ingenuamente que al volverlos a ver, me alteré, porque en nada podía ayudarles; pero como la necesidad no tiene ley, y por el respeto y veneración al Sr. Prefecto, dije para mí: Dius proveerá. Acrecentóse mi confianza al escuchar la inquebrantable fe del Sr. Prefecto en las pa– labras que les dirigió : «Id tranquilos , hijos míos - les dijo- os aseguro que tornaréis con las manos ll enas». Dejé, pues, en las manos de Dios -proseguía la señora- el remedio de la necesidad d~l Prefecto; y, en efecto, el remedio llegó; cuando ví despuntar a lo lejos una barquilla y fuí llamada de allí a poco por el gobernador, dije para mis adentros: Con los santos no se juega. Estos dos jóvénes comenzaron a saltar de gozo, creyendo ya cumplidas las promesas de su padre y Prefecto )>. Grande fué nuestra admiración al escuchar cuanto acabo de referir; pues por vía ordinaria era imposible que el Sr. De J acobis tuviera noti– cia alguna de nuestra llegada. 2. Regreso de los dos jóvenes con cartas y dinero.-En Egipto recibí encargo de parte del Sr. Leroy, Superior de los Laza ristas, de una caja con el valor de tres mil tálers de María Teresa, esto es, quince mil liras, con destino al Sr. De Jacobis. Como la caja estaba lacrada, no quise abrirla, sino que tomé tres mil de los destinados a nuestra Misión, y se los entregué a los dos jóvenes junto con una carta para el Sr. Pre– fecto, dándole cuenta de nuestra llegada y rogándole nos enviase instruc– ciones y salvoconducto para ir a Gualá, punto de su residencia, o a otro lugar por él designado, pues desde aquel momento nos poníamos a sus órdenes. Partieron , pues, los dos jóvenes, Tekl a Haimanot y Walde Guiorgúis, en dirección a Gualá, distante de Massawah como unos seis días de camino , esperando nosotros órdenes del Sr. Prefecto. 3. Profunda piedad de la familia Degoutin.-Nuestra larga y enojosa espectativa se endulzaba con la compaiiía de la familia Degoutin ,

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