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44 Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopía pero vino en su lugar su C::tnciller, Sr. Serkis, armenio católico, con un::t barca para nosotros y otra para trasportar nuestros equipajes. Quedando Fr. Pascual para la guard::t y el trasporte del equipaje, nosotros desem– barcamos sin cuidado alguno, encaminándonos a casa del Sr. Serkis; y como el contrato de la barca era sólo hasta Geda , nos despedimos de los barqueros, buscando otros que nos llevasen hasta Massawah, casi único camino entonces para la Abisinia. 10. Misa y bautizos.-EI cambio de barca oblig-ónos a detenernos en Geda casi dos semanas , en cuyo tiempo procuramos ejercer el minis– terio entre aquellas gentes; pues rara vez llegan allí sacerdotes católicos, siendo entonces de grandísimo consuelo para aquellos pobres cristianos: nos invitaron a decirles la Misa en casa del Cónsul , asistiendo a ella to– dos , h1:1sta los herejes y cismáticos, pues aquellos desgraciados cristianos; separados entre sí por principios religiosos, sienten necesidad de estar unidos, cuando son pocos en número, a fin de defenderse del despótico poder dél islamismo. Había en Geda cinco o seis familias de cismáticos griegos, cuyos hijos, niños aun , no habían sido bautizados. Rogáronme les Hdministrase el bautismo, y así lo hice, no sin antes haberme prome– tido que los educarían en el Catolicismo; pero es bien sabido que seme– jantes promesHs rara vez se cumplen. 11. El- Canciller Sr. Serkis: dolorosa historia de su familia. Como dije Hrriba, en ausencia del Cónsul Sr. Fresnel, hacía sus veces el Canciller Sr. Serkis, quien , después de hospedarnos en su propia casa , tratábanos con todo miramiento y respeto. Venido a Ged1:1 de muy joven en calidad de comerciante, había llegado a adquirir mediana fortuna; queriendo luego tomar estado de m;:itrimonio y no encontrando por allí ninguna joven católica , pensó rescatarse con dinero cierta esclava del país Galla, como lo hizo, e instruyéndola y haciendo que recibiera el bautismo de manos de un sacerdote católico, se desposó con ella, habien– do tenido de ella un hijo, que a nuestra llegada contaba ocho años; pero la neoconversa, por más que era tratada en casa como señora con todas las consideraciones de espos1:1 , no obstante, ora fuese falta de sólida ins– trucción religiosa en el conocimiento de sus qeberes de esposa y de madre cristiana , ora sobornada por algunHS compañeras de su propio país, que , abrazando la religión musulmana, se habían allí enriquecido, o bien por ha– berse despertado en su corazón reprobables pasiones; el caso es, que no estaba contenta con su estado; y oyendo que nos dirigíamos al país Galla, quiso volverse con nosotros a su patria. Comprendí que debajo de ese pretexto ocultaba otras miras, y me esforcé en persuadirla que su mayor felicidad estaba en el cariño fiel y constante a su esposo y en la condi– ción ::tcomodada en que el Señor la había colocado. Pareció aquietarse por entonces, pero tres años después vine a saber que había sido robada , o quizás ella se había hecho robar por el Bajá, Gooernador de Geda, .suscitándose con tal motivo una cuestión diplomática entre el Con sulado francés y la Sublime Puerta, en la que el Bajá perdió ju:stamente el em– pleo. Repercutió esto tan hondamente en el ánimo del desgraciado señor Serkis, que murió aquel mismo año en el Cairo, a donde se había trasla– dado para restable:er su salud, falleciendo también , de allí a pu o, su hijo huérfano. He conocido muchos otros matrimonios semej ante, r!e eu-

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