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Traducción del M. R. P. Marcos de Escalada 39 aquella mujer no pagaba ese tributo, pero denunciada por una compañera suya . como poseedora de algunas monedas de oro que tenía escondidas entre sus andrajos, los agentes del Gobierno la sorprendieron cierto día con su dinero y la intimaron ª que pagase; mas ella, viéndose descubier– ta , antes que la registrasen, se engulló sus monedas. No le valió nada su astucia, porque los exactores, acostumbrados a ver semejantes esce– nas, la apresaron amarrándola en aquella argolla . ¡Así son tratados los menesterosos por los sectarios de Mahoma! 11. El paso de los hebreos por el mar Rojo.-Durante nuestra permanencia en Suez, a eso del anochecer, que disminuía el calor sofo– cante, dábamos un paseo por la ori la del mar, y frecuentemente nuestra conversación era sobre el paso de los israelitas por el mar Rojo y acerca del camino que seguirían viniendo de la tierra de Gesén. Recordábamos las diversas op:niones que había sobre el particular, tratando de refutar las heterodoxas; cotejábamos los lugares y cada uno exponía su parecer sobre ese hecho narrado por la Sagrada Escritura . Suez está situado a orillas del mar Rojo y propiamente al extremo del golfo, que de él reci– be nombre, y es muy probable, habiendo hartos indici os para creerlo , que en aquel tiempo llegase el mar más adentro del lugar que ocupa hoy la ciudad. El flujo y reflujo del mar que oscila allí entre dos metros de su– bida y bajada, ha dado motivo a diversas dificultades y objeciones sobre la narración mosaica; pero las pruebas son palpables y los lugares, me– didas . señales y circunstancias todas están descritas tan claramente en la Sagrada Escritura , que aun hoy aparecen en aquellas playas de Oriente, disipando toda nube de obscuridad y confusión. El lugar por donde pa– saron , indicado en la Biblia, es all í designado hoy por la tradici ón cons– tante y universal a medio día de camino de Suez hacia el Sur; allí está el desierto , el camino que llevaron los hebreos huyendo de Egipto, el mar , las montañas cerca de la pl aya, la distanci a de una noche de camino de una a otra orilla, la fuente de Moisés; en fin , todos los nombres indi– cados en la Biblia, que aun se conservan y sólo algo adu lterados en los dialectos modernos; luego por estas y otras razones, que pudiéramos aducir, hay que admitir que los hebreos no pudieron seguir otro camino que el indicado hoy por los expositores católicos, y nunca otro mós cer– ca de la costa, como pretenden algunos escritores incrédulos y enemi– gos de la Sagrada Escritura. 12. Llegada de peregrinos musulmanes. - Mientras esperábamos de un día a otro la orden de embarcar. iban ll egando cada día caravanas de peregrinos , que del Cairo se dirigían a la Meca. por lo que el número de barcas disponibles era insufici en te; los precios de alqui ler subían y nuestro pasaporte no ll egaba todavía. Determinamos. pues, hacer las ne– cesarias provisiones para el viaje, ya que hasta Geda tendríamos que pasar en el mar tal vez más de lo que pensábamos, quizás un mes entero, según el estado del mar y el viento más o menos favorable. El paso de Europa a Egipto se hacía en vapores que resisten los embates de los vientos y de las olas del mar, dentro de los cuales se puede pase8r , con– versar y dormir con rel ativ8 comodidad; pero en las barcas árabes el viajero confía su vida a una pequefü1 naveci lla , que un soplo de viento o una falsa maniobra del marinero puede volcarla. Aun más: hay que estar
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