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Traducción del M. R. P. i\1arcos de Escalada 1:3.5 quien vengo hablando, destinado al templo Kaaba, se encontró allí con unos trescientos infelices a quienes había cabido la misma desgraciada suerte: su destino era mantener los harems en aquel célebre santuario; ¡qué vergüenza! Uno de los preceptos del Korán es que todos los musul· manes deben hacer, a lo menos una vez en In vida, la peregrinación al santuario de la Meca, y les prohibe en ese tiempo el comercio matrimo· nial, a fin de que su visita a la Kaaba sea a Alá más grata. Todo seria muy hacedero sin esa coletilla del precepto musulmán; pero aun aquí la sensualidad insaciable del mahometano halló fác;I salida interpretando en su favor lo más austero del precepto. Los esclavos del santuario son la solución práctica de esa vergonzosa lucha del desfogue de la pasión con· tra el espíritu de la ley. En todo el tiempo de la peregrinación se le con– cede a cada peregrino entrar a saco en el snntuario de la Meca y abusar impnnemente, y a su antojo, de los desgraciados esclavos encerrados en su recinto. He ahí un botón de muestra de las horribles liviandades y pervertidas costumbres de los musulmanes. Aquellos jóvenes así avave– zados y engolfados en la ciénaga de sus monstruosas liviandades logran, merced al número y calidad de sus corrompidas costumbres, ascender al grado de ministros del santuario y predicadores del Korán. y comprando con vergonzosos pactos su ominosa esclavitud, se present2n en los mo– rabitos y aldeas publicando la esperanza en la otra vida que promete la ley de Mahoma, sino es que, corroídos y putrefactos por el vicio, son arrojados a la calle corno trasto imítil, arrastrando sus carnes que se les caen a pedazos y acaban sus días entre el estigma y el desprecio de todos. Esta postrera desgrnciada suerte tocó al joven de que voy historian– do. Abandonado y sin fuerzas, cayendo y levantando, logró llegar mús muerto que vivo a Goa. donde por compasión le acogió el Cónsul fran– cés. curándole sus purulentas llagas y devolviéndole la salud y vida que sus monstruosos vicios le iban aceleradamente quitando. Por fin. arribó a Massawah en dirección a su patria, el Goyam; al verle> en mi presE'ncia y con tantas calamidades encima, creí tener delante un nuevo publicano, avergonzado de su mala vida y detestando sus licenciosas costumbres pero -no fué f!SÍ. A mis repetidas instancias por traerle al buen camino, respondía siempre con el lenguaje de sus inveterados vicios: ---Quiero convertirme y salvar mi alma. pero esta maldita pasión y el feo vido contraído me arrastran al mal irresistiblemente. Me es im– posible vencerme. Joven aun, me dejé dominar de ese monstruoso vicio. pero mi permanencia en la Kaaba me acabó de perder. Dejadme seguir el impulso de mi ciega pasión. Con esta desesperada respuesta nos despedi!nos, quedando mi alma con el sentimiento de la pérdida irreparable de aquel joven. rn. Causas de la mengua del pueblo mahometano.---EI pozo de corrupción que observamos en este joven, y en varios otros que, por brevedad omito, fué para mí corno potente foco que me descubrió el horrible cáncer que corroe las entrañas del pueblo musulmán. A ojos vistas se ve que la población mahometana disminuye considerablemente. y no cabe duda que el secreto de esa espantosa mengua está en la co– rrupción de costumbres. (Estragada la naturaleza y corrompida hasta la
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