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Traducción del ,\l. R. P. Marcos de Escalada 129 fin de alejarme cuanto antes de aquel peligro, que podía acarrearme amargas consecnencia.s. Pero la tempestad amenazaba atín sobre nues– tras cabezas. 2. Segunda requisa de fa Aduana. Estúbamos a medio kilómdro de la caseta y lo-; t"mple:1dos de la Adtrnna con gritos desaforados húcen– nos señas de parar. ¿C¿ué ocurría? Dióme un vuelco el cornzón y la san– gre se me helaba en las venas. Esta sí que (;s otra, dije para mis buto– nes. De ec;ta 110 me escapo. Con todo, sacando :alor del abatimiento, di urden a mi criado. ec;perase al aduanero y se desente,1cliec,e corno ¡mdit·– ra. Yo continué con pausa mi camino acompafiado del segundo d,, los sin·ientes. Aunque un tanto distante del punto de la escena. no dejé dt• prestar aknción a nrn11to el empleado de la Aduana le pregllntab,,. Entn· otras crn,:1s le dijo: ¿Dónde anda Alrnna Mesías? Pero el niadillo supo dese11\'olverse a las mil maravillas e'1 rnnformidad con mb instrucciones, y le contest(¡: -En el camino oí decir que le esperaban en Gondar; también se dt•cía qtHo el .gobernador de esta ciudad había recibido ónle1ws dl· R:1e; Aly dlc encaminarlo por la vía de Matama. --•Y aqud forastero ¿quién es?, a11adió el empleado, seilalándome a mí. -- ¡Puf! t'Se es un medio loco y mentecato, que no sabe hablar si– quiera ei idioma. El l'mpleado entonces, haciendu un ligero movimiento de cabeza en son de indiferencia, volvió la espalda tor 1 rnndo a su oficina: y yo, satis– fecho del buen éxito de tan escabrosa l'.SCena, apreté de nuevo el paso en dirección a mi destino. 3. En la obscuridad de una seloa tropiezo con un leopardo.- - Hice noche en una aldea cuyos habibntes estaban en su mayoría al ser– vicio del obispo Salama en la g11ard i de sus ganados. Esquivando siem– pre su compañía por temor a cualquiera emboscada partí muy de madru– gada, entrando pronto ('.11 l:! espesura de un bosque cercano. Con el fin de hac,·r mis rezos con mús reco,gimiento e11 aquella soledad, adelantéme unos pasos a mis criados. que se entretenían conversando con el guía es– cogido en la citada aldea. Ya a cierta distancia de éstos oigo no lejos de mí u11 confuso rumor, como las pisadas de una bestia. entre el ramaje y la hojarasca seca de la selva. 1'\le detengo brevísimo instante y ... un des– comunal leopardo q11e venía en dirección a mí. Los cabellos se me eriza– ron de pavor, el corazón comenzó a latir tan fuertemente que crt'Í mo– rirme allí de espanto ... Vuelvo la vista atrús y mis criados 110 aparecían, ¿qué hacer en tan terrible trance? Me envolví en mi manta de pies a ca– beza y me quedé frío e inerte como una estatua. observando por entre los pliegues de la ropa cuanto pudiera acontecer y echando bendiciones sin parar y encomendándome a Dios que me ayudase en tan espantoso encuentro. Afortunadamente la fiera a la dhtancia de tres o cuatro nier tros cambió de ruta bajando la pendit,nte no sin haberse quedado minín– me un breve espacio de tiempo, que creí fuera el último instante de mí vida. Hoy ya no me asu,tan los leopardos ni otras fieras semejantes, por ,que estoy acostumbrado a verlos; pero en esa ocasión fué tan profundo ')
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