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128 1\lis treinta y cinco afíos de 1\\isión en la .\!ta CAPÍTULO XVI DE PASO POR EL TIGRÉ 1. Dificultades en !u Adtzana.~-En un par de dí,1s alcanzumos las riberas del río Talrnzé, q11'.:'. atraH'samos ,1 pie enjuto: y por informe de unos mercaderes supe que est:ibamos al pie de la Adua1rn, cnyo ern un rico mercader (•gipcio, brazo derc,cho de Salama t:'11 Abisinia. Jamado Agrisch. y vulgarim:nte •!el hernuno de Sahmu . Otrn vez entre las ga- 1Tas del lobo. Semejante. noticia me desco11cert<i. aunqne no tanto como para dejarlo trm,lucir a mis sir\'ientes. liice :ilto en aqtll'lia l:splanada, no tanto para reposar, ,mm¡ue era de noche, ro.no para reflexionar a qu(, partido me había de acoger. Por fin, sE: me ocurrió la siguiente estrata– gema: Hablando con mis criadillos. que Glllc,ados y so11ulic·11tos no podíun ya con sus pürpados. les dijc< e ,:Qut: os parece, muchachos. cómo nos arreglaremos con esa genü, de la Aduana? porque con ial de qu-::darse con carne (:11 las tillas, son capaces de las müs astucias, ;,obre todo ;,i tropiezan con un Franco (franc(;,-,). Creen ello.~ que vamos de oro y nos van a registrar hasta la cartera. Lo mejor S(crü que vosotros os entendúis solos con ellos: les decís que yo un pobre desgraciado. que marcho aburrido dl: la Abisinia porque no hallado medio de lucc,r fortuna, y qne ni siquiera conozco el idioma.). A la Vl:rdad, mi exterior aspecto daba lüstima y movía a compasión; por lo deteriorado y roto qtw ib:1, parecía el hijo pródigo. Me Yestí una camiseta y 1111 par lle calzonec.; tan viejos, ,c,ucios y andrajosos que ni un gitano los quisiera. La barba me la había recortado a estilo de conejo mal esquilado: y con una disolución de nitrato de plata me hice unas man– chas en el rostro q1w, a lo qne jnzgo, ni mi propia madre me corn)ciera; en fin, para defenderme del frío y del relente de las nochl~S llevaba una manta de la mús baja ley, muy inferior a la de mis sirYienÜ'S, de suerte que al Yerme los aduaneros se creyeron a pies juntillas lo que el criado les espetó acerca de mi persona; pero se llevaron un clrnsco. Al llegar frente a la Aduana yo seguí adelante con uno de los criados mientras el otro se acwcaba con t'.I jumento a la caseta de los empleados. Examinaron y registraron el equipaje. los odres, que no lle\'aban más que un poco de cebada y harina, y las alforjas. en las cuale,-, apenas se encerraba algún que otro utensilio y vajilla de cocina para café y otros usos semejantes; recibieron su propina, que era un pedazo de sal gema qlle (en aquellas tierras corre como moneda), y. en paz. No es para decir la alegría que se apoderó de mí cuando advertí la suma facilidad con que el acto se desarrolló. Las alabanzas y cánticos de me salían sin poder reprimirlos; ¡tal era el gozo que inundó mi corazón al Yerme desem– barazado de toda aquella baralmnda de temores. amarguras y contra– tiempos que la noche precedente había sido mi fatal pesadilla. Tranquiio, aunqne cojeando a causa de una herida en el pie, apreté el paso con el

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