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-Monjes hay muchos--me contestó con seriedad y cierto aire de sa– tifacción·-·, pero monjes perfectos y que merezcan el nombre de tales, no hay más que yo. Hasta hace poco éramos tres pero los otros dos ya murieron. Como yo no estaba impuesto en el linaje de santidad que ellos se es– tilan, aquella respuesta de vanidad y orgullo llena, me extrnfió sobrema– nera. Más tarde, cuando fuí conociendo müs a fondo el «percal> ele esa perfección farisaica, hube de rectificrir mi juicio, compadeciendo mús bien que extrafwndo, la sinceridad egoísta de esos pobres monjes. La humildad de corazón es perla exclusivamente cristiana y evangélica. La.s sectas heréticas, por lo mismo que viven desgajadas del místico ürbol de la verdadera lglesiél ele Cristo, no reciben la corriente de savia divina de la santidad evangt;lica, cuya base müs fundamental es la lmmildild de corazón. Los monjes y santos abisinios lejos de cinwntar el edificio de su perfección sobre esa inconmovible base, están tell la persuasi<'m d(• que es de todo punto necesario echar a los cuatro vientos sus obras de \'irtud y buscar por ellus el humo ele la adulación mundana; y sentado e"e principio 110 hay por qué censurar la citada respuesta de Abba De"ü1. tanto más cuanto que la conducta de Abba DesL, dab:l en realidad de \'erdad, ciento y raya a la de los de1rnís rno11jes de Abisinia. Era. en ex– tremo, caritativo con todos, especialnwnte con los pobres y forasteros. a quienes j,:mús negaba cosa que l'.stuviera en su mano conceder. Y no ,,s que le sonriera la fortuna: nada tenía propio. pero el ¡¡fectt, y la de\'o– ción del pueblo le abastecía dt'. todo. No obstante, obsnvé que hasfo en esa caridad no pasaba las fronteras de lo material. y jamás escnché. de su boca ni supe de él que se preocupara del bien espiritual de sus fa– vorecidos. En fin, todo su aparato de santidi,d era puramente exterior. el ,sanctificamini>> farisaico sin la menor cuenta de la limpieza del alma. 4. Cambio de ruta.---Al dar el último adiós a Ras Alr manifestéle en líneas generales los puntos principales por donde haría· n,i viaje. que sería en dirección a J\latama, Góndar y Massawah. No podía t,char en ol– vido mi condición de desterrado de la Abisinia, y pensando mejor las rosas. para obviar todo des,igradable incidente que pudiera acarrearme graves perjuicios, cambié de ruta, siguiendo la región del \Vagará, pero sin entrar en Góndar. Al efecto, pretextando unos días de descm1so entre los montaraces pueblos Zellún, dedicados al pastereo, nrntHÍl" al Padre Justo siguiera con la caravana a Góndar, mientras que yo, acompafimio de un par de criadillos con un jumento para la carga del equipaje, me in– ternaba en la región del \Vagarú lrnsta Massawah. 5. Dicílrycro entre urzos jóvenes Diácorzos.--En los cinco días de mi permanencia en Zellán, alojado en casa de 1111 pobre sacerdote. indí.. gena, quien me daba por alimento únicamente leche cuajada con pan fresco, trabé cierto día conversación con tres jóvenes Diáconos de quince a veinte afios. Muchas cuestiones toqué referentes a la moralidad e ins– trucción de aquel clero, pero entre todas quiero hacer excepción con una que revela a las mil maravillas el estado de abandono e ignorancia en que se encuentran en lo tocante a religión y moralidad. He aquí el diálo• ;go franco y sencillo en su forma, como se desarrolló: --Decidme, jóY,ene~: ¿Cuándo os habéis confesado?

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