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1:22 ;\1is treinta y cinco años de Misión en laAl_.a_Et_i_op_í_a____ monje de gran fama de santidad llamado Abba Desta. Tanto me ponderó el citado presbHero la santidad de este monje que determiné visitarlo a mi regreso del Goyam, siquiera para cerciorarme por menudo de la es– tofa de santidad que suele criarse entre los abisinios, sumidos en el fango de la herejía y privados de la sobrem tura! ayuda de la gracia y de los Santos Sacramentos. Tras larga caminata dimos con la casa del monje, que estaba entonces en la iglesia haciendo sus acostumbrados actos de devoción. pero nos recibió cortésmente su atm1, que ya nos es– peraba rebosando satisfacción por el honor que le hacíamos con nuestra visita. Envió al punto dos muchachos para avisar al monje de nuestra llegada, pero el monje no apareció por allí hasta el atardecer: no solía interrumpir su oración por ninguna cosa de este mundo. Corno nuestra visita no era de simple cortesía, porque pensábamos hacer allí noche, tomamos un cuerno de cerveza que nos preparó el ama de casa (ya dejo dicho que allí no ~e estila otra suerte de vasos) y nos retirarnos ,1 las habitaciones que nos señaló para descansar y hacer nuestros rezos coti– dianos. Extrañará quizás a mis lectores la tardanza del monje en acudir al aviso de la llegada de los forasteros a quienes esperaba; pero ... tratán– dose de 1111 monje abisinio no hay por qué extrañarse. El monje abisinio no tiene idea de otra virtud ni santidad que la puramente externa, que consiste en la simple observancia exterior de la ley; así qne carece de todo en todo de ese espíritu de discreción y de santa libertad que tiene el cristiano. Para aquél, si le quitáis los ayunos, el rezo de¡ salterio y otras prácticas semejantes, no hay más S'lntidad: no le pidáis oración mental, pureza de intención, presencia de Dios, humildad, espíritu de caridad, mortificación interna o sacrificio de sus facultades, de eso no entiende; así que no es extraño que al consagrarse n la pníctica de la virtud. dé de mano todo aquello que le interrumpe sus obras externas, que no abandonarü por otras urgencias, pues equivaldría a decaer de su estado de perfección. De muy distinta manera s,~ conduce el cristiano. Corno quiera que para éste lo esencial de la virtud estü en lo interior, no terne al encontrarse en contacto con el mundo, y sabe que donde quiera que vaya encuentra a Dios, porque le lleva en su corazón; así que inter– poniéndose <'l cumplimiento de otras obligaciones o conveniencias indis– pensables. deja a Dios por Dios; es decir, atiende a esas urgencins sin perder de vista a Dios. a quien tiene presente en todo lugar. He ahí nna sencilla explicación del modo de obrar del monje abisinio. No estuviera demás. con todo, que hubiera dado a los dos muchachos que fueron a avisarle, dos palabras de excusa. 3. Pisonomía moral de Abba Desta. ---Por fin, a eso de la caída de la tarde hizo su aparición en casa nuestro bue11 monje. A nuestro sa– ludo, correspondió con fina cortesía y calma de anacoreta, dejando entre– ver en su semblante la satisfacción por nuestra visita. Mientras discu– rríamos en perfecta armonía, el ama le preparó un cuerno d(, harina de linaza. disuelta en aguamiel, que el buen monje se tomó con apetito. Era su desayuno. Los monj ::s de aquel país no toman nada los días de ayuno hasta el anochecer. Entre las muchas y diversas cuestiones que tocamos, le pregunté si en aquel país había muchos monjes.
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