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_J~ll___ Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta No quisiera ser profeta de desventura, pero de temer es no vengan tiem– pos, y quizás no estén muy lejanos, en que para atajar los males que ahora por una sólida educación cristiana suavemente se podían extirpar, tengan que echar mano de la ()diosa pena del talión. 23. El Castillo de 7:,orna.--Ras Aly había venido al Goyam con su ejército. con la tínica mira de hacer la guerra a Berní-Goyó por re– sentimientos personales y agravios que éste le había inferido. El prim:i– pal de ellos era haberle robado su legítima esposa por intrigas del hereje .Salama. Le declaró, pues, la guerra; pero Berrú-Goyó, viéndose perdido. se retiró al Castillo Tsoma, en una montaña casi inaccesible, que doinina el río Nilo, no lejos de Dima-Guiorguis. Allí se dirigió Ras Aly ponién– dole cerco, y después de varios días de asedio dió un fuerte usalto al castillo. no obteniendo otro resultado que la consiguiente mortnndad por amb:Js partes, q11edando en pie ambos combatientec;, Una de las víc– timas fué el abad de unos monjes, a qllien por haberse ht>cho católico se lo llevó cautivo Berní-Cioyó, y después de varios sufrimientos, lo mandó tfor muerte. El pobre abad, desde el castillo en que estaba preso me envió aviso, al saber mi llegada, pidiéndome socorro espiritual y materi,11. lo que no pude hacer como deseaba por las circunstancias de la guerra; pero le e.n\·ié. con todo. 1111 socorro pecuniario, y en cuanto a lo espiritual, le escribí una sentida carta animándole a padecer por Cristo. En fin, su :nuerte fué la de un martir de la fe ¡tan buenas eran las disposiciones en que se encontraba su ,ínimo! :¿.!, Los pueblos Gallas.·- Desde el punto donde me hallaba veía t'n lontananza parte del territorio Galla, meta de mi apostolado. Müs de una vez cruzó por mi mente la idea halagadora de hacer allá una escapa– da; pt'.ro me detuvo la fuerza de la guerra entre estos príncipes. Por otra p:irte, Ras Aly me disuadió siempre de ello, dicib1dome me expon– dría a graves riesgos. que redundarían en desprestigio suyo. En estas alternativas llegó una emb:1jmla del rey del Xoa con cartas del P. Feli– císimo, indicándome me esperaba dentro de poco. Nuevanwme in"isti con Ras Aly, sin lograr convencerlo. Por lo cual determiné cambiar de ruta y venirme a Europa. Contesté, pues, al P. Felicísimo, que no sién– dome posibl(', por ahora. hacer ese viaje al Xoa, se volviera {~l a donde yo me hallaba. que la Divina ProviJencia determinaba otra cosa. 25. Pro¡nwsta de Ras A!y a Francia. - Mi objeto al venir a Euro– pa era perorar ante los Gobiernos y ante las Sociedades de propaganda en favor de las diversas Misiones a mí confiadas, pidiéndoles socorros y protección para llevar a cabo la civilización de aquellos infieles. Cuando nrnnifestt: este mi pnnósito a Ras Aly. batió palmas de regocijo, porque esperaba él con esa ocasión recatrnr de Francia !111 apoyo decisivo para apoderarse de toda la Abisinia y n'inar allí pacíficamente: cEn Abisinia --decía -somos esclavos de Egipto. con intrusión de los obispos coptos. Ellos me han metido por dos veces en guerra con estos reyes y prínci– pes. Cansado estoy ya de semejantes abunas. Si Francia u otra potencia europea me apoya, no permitiré la entrada de más obispos coptos)). Ex– cuso decir que este era tambit'n mi deseo, y en cuanto a mí le prometí abogar con denuedo por su causa en la Corte francesa. a pesar de que las circunstancias porque atravesaba esta nación no eran las más propi-
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