BCCCAP00000000000000000000476

,11,1\·iadas y libertinas en su porte hasta dejarlo de sobra. Cuando aqué– l Lis eln·aban sus cantos litúrgicos. ésta;,, con miradas lascivas, risas in– op<,rtonas, gestos y palmoteos, dübanles a ente11<Jc;r el buen éxito del cüntico: ¡aquello era un verdadero teatro! Si entonces nw dejo llevar de 111i justa indignación y encono, nos,~ lo qw~ hubiera hecho; no me C01i– tentc1r:1 con hacer un dlagellum de funirnli,-,> y arrojar de allí aquPllos for;,:mtes, sino que habría tomado una tea incendiaria y puesto fuego a la misma iglesia con todos sus desvergonzados profanadore,,. No mere– cürn nrra cosa aquellos insolentes. que \'enían a co11Yertir el templo de la .\l:ijP.~tad de Dios en lugar de cita escandalosa e inbme. ¡Oh, mil n,ces belldita Religión Católica! Digna sobre toda punderacit)j]; eres acree– dora :, todo el caudal de nuestros afectos y sincera ve1wració11; pues sólo t,n ti ;,e ve la práctica pura y s,mta del verdadero rnlto a la ,\bjestad de Dio;,. Tus iglesias son antecümaras del paraíso. donde tienen propia y r:1ciunal expansión los afectos tiernos y santos del corazón humano hacia FI coraz<'m de Dios. Aquí únicamente, téS donde se elevan puros como ,,] aroma del incienso, el llanto de los pecadores, los gemidos d<: los penitentes. los encendidos suspiros de los justos y los ardienü,s deseos d,· lo,, serafines de la tierra. En medio de aquella bataola dt, gente sin orden ni concierto, de cún– ticu". de risa." descompuestas, de gritos y de pnlmotem,, lmLo un 1110- me1ltll de ;,orpresa general. Abriérom,e de par en par las puert:is del S:111d:1 SanctorunP, descorrieron de todo e1: todo sl!s cortinajes y sa– iit0nin ],¡s .~acerdotes con ricos w;stidos de terciopelo liordndo en oro, y e11 l:1 rnbeza sendas coronas de plata dorada (esas coronas stwkn ser regal11s de príncipl,s y magnates) y dando tn~s \'l!l"lias alrededor iban t!l)(h dt'írús de otros inct'nsando consümte111u1te el 1S,mda Sandorum > co1; nrncha prosopopeya. Y en verdad. que era digno de n,r e.] contrnstl 0 dté nwdro que ofrecían aquellos míseros personajes tan hinclrndos y c1wl!i1·1·,guidos. pavorwúndose con aquellas preciosas vestiduras sagrn– d:1s. y a la hora siguiente encontrarlos en la calle hechos unos andrajosos y harapientos pobrt"tmw.s. '.:!O. Jfi re.s.;reso al carnpame11lo.--T1~rminó la J\lisa al anrnneet'r y co11 ella toda aquella ridícula caricatura de funci(Jn religiosa. A mi re– '2,Te~u :1 cas,1 quise descansar un poco. pero ¿quién podía prender los ojos con impresirnws tan hondas movidas unas por el enojo de ver bn desG1- radas profanacimws en el templo ,1 cie.ncia y p:1cie11ci,1, mm mejor dicho. pronicadas por aqiwllos mist1Hl'i que debían ser modelos y ejemplares en la re\'en,ncia y vem,ración de las cos,is sagradas: y otrns, por In rnmpa– sir\11 que me inspirnban tantas almas sumidas en el :1bis1110 del error y de la 1mis crasa ignorancia en punto a Sll bien eterno? Absorto en estos 1wn.'<1mientos y sin poder soseganne de esa mala impresi(m recibida, tcm,: mi malvtn y echt.~ a andar haci,1 el campamento. sin esperar u11 mo– mento mús entn; aqudlos ministros del errnr, y eso qlle se me ofrecía ocdsió11 de enterarme más ,1 fondo de las costumlm:s de aquel pueblo; porque aquei mismo día lle,gnba R,1s :\ly con -;u ejército a vi;,it:ir el ;,an– tuario y la famosa gruta de San Jorge. llm11:ida la gniLi lle los milagros. '.:!l. Sentencia drl asesino de su mujer. A mi llt•~;mla al c1111pa– rne11to estábase juzgando la causa de aquel desgrari:1do asesino. dt' quien

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz