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Trad\ll:ciún del J\l. R. P. ,\\arcos de Escalada 15. Or(!.{erz /1 causa de esas .:;ectas. Toda esa diversidad de sec– tas en el terreno religioso no reconoce otro principio 11i causa que Li rt"– finada malicia de los heresiarcas, cuyo orgullo se avenía mal con la hu– milde sumisión a la ,,utoridad infalible de la Iglesia Romana. lloy ,'ll día no tiene" otro sostén que la ignorancia y alwndono de los pueblo" l'.!1 lo tocante a asuntos religiosos. Confunden tercamente el sentido de la,-, pa– labras naturaleza y persona y de ahí sus crasos errores. El pullt<l dt' partidu de r,se error monofisita hay que buscarlo en Alejandría. El p:i– triarca de esta ciudad, Dióscoro, depuesto de su silla por la her,,j ü1 q1¡e defendía, hizo propalar entn· el clero y el pueblo. que el Papa S:m L,'.tlll .\lagno con todo el Concilio de Calcedonia había caído nada menu" qut, en el fondo de la herejía ne"toriana, afirmando la dualidad de Jesucristo. Tanto dijo e hizo, y foll:s medios puso en j hereje en favor suyo y en co11tra de los obispos y clero que los alejnndrinos. ptopensos a :,ernejantes consejas. ;,(: ,n ,,1 i11- fundio y con tal fuerza de asimilación, que aun hasta hoy pvrdrn :111 su;, p,:rnicioso::, efectos. Cuéstrnw,; nhc,ra 11 nosotros un sentido el ir d,:,,brn– zando esa cerradn selYa v arrancmdo sus malas hierbas. v meno,, mal si a un rn,1 sudores y trabajos indecibll'S podemos con-seguir que 1w Vllclya11 a las amladas. Sienten estos herejes honda preve11ció11 nl11tr<1 nosotrm,, juzgúndonos herejes 1wstoria11os. como al Concilio y Pmlr,,,., de Calcedonia, y de ahí su dificultad en aceptar nuestras doctrina,-,. Claro es ytw todo eso no estriba en otra cosa que en su ignorancia. pm's -,o– metieran a estudio nuestras e,1sefianzas. verían claramente qtw est:i ban muy lejos de semejante error. Pero, ¡lo que hacen los prejuicios de :-.l 0 da! 10. Un caso de conciencia. - Estü visto que los mús de aqnellus pobres herejes 110 son reacios en admitir en Cristo las dos naturalezas, divina y humana; pero rehu,,an cuanto pueden lwblar de dos natur,ilezas, porque, como aG1bo de decir, creen que así caen en el error de Nbturio. Y a propósito de eso quiero yo exponer para su resolución un caso (Jlll' denomino de conciencia, p:)rque st,rvirá como de punto de apoyo ,1 los misioneros en el ejercicio de su cargo. ¿l'odrú (este es el caso) pn'scindirse en la pníctica de 1u locución de dos naturalezas en Cristo. con tal que en la realidad confiesen los neófi– tos la dualidad de esns naturalezas? No cabe duda que lo mejor fuera explicarles el concepto propio de naturaleza y de su distinción con el de persona; mas, aparte de que no estún muchas veces sus inteligencias en disposición de comprender ,·sa explicac.iún, hay motivo fundad!\ para creer que 110 s,ddrernos airn,us en la en1presa conYencié,ndoles; pues es cierto que las preocupaciones y prejuicios de secta y raz,i radican muy hondo; por manera que en la prác– tica es casi inútil hacer esa explicación, ¿pudrernos por consiguiente con– tentarnos en semejantes casos con la fe en el misterio de la Encarnación, admitiendo la dualidad de naturalezas en Cristo. aunque rehusen las pa– labras por el motiyo dicho? Ln resolución es un tanto espinosa, y no osara yo arriesg;nr la cues– tión si no fuera de tan gran trascende11cia en la prúdica. Pero puesto a ello. y tratündose de casos pasujerus y transitorios res¡:.ondo afinnatÍ\",l mente. Es cierto que la lgle;,ia, infalible maestra en la verdad reYelad,,_

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