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Traducción del M. R. P. Marcos de Escalada 10:3 Voy a referir un caso que presencié en esta ocasión para que vean mis lectores la estofa de santidad que se estila entre ciertos príncipes de Abisinia. El príncipe Gebrú-Uandie, sentado cómodamente en su tienda, rezaba con suma gravedad, como de costumbre, el salterio; inopinada– mente interrumpe el rezo y llamando a toda prisa a uno de sus siervos, le dice en presencia de todos: «Id a la ciudad y traed aquí a Fulana (nombrándola), mujer muy hermosa)>, y bajando la cabeza prosiguió el rezo con el mismo fervor y devoción cual si na;:,a hubiera pasado. ---Monseñor ---me dice u110 de mis compañeros--, ¿habéis escuchado? --Sí ---le contesté-. Habrá llegado al «Gloria Patrb> ... Y no es el caso que estuviera tan solo. Consigo llevaba siempre gran número de mujeres jóvenes que mantenía constantemente a su lado. Pero aquella vergonzosa disposición hecha en público y a ciencia y paciencia de su mismo confesor, era señal inequívoca del gran fondo de corrupción de su iínimo, que no se ruborizaba en público de lo que aun en secreto debía abominar. Para nosotros ese caso fué piedra de escándalo; pero entre su acompañamiento nadie quizás se lo tomó en cuenta, por ser co– rriente tal modo de proceder entre los grandes y príncipes, y aun el cle– ro de aquellos países hállase tan degradado en sus costumbres, que dudo yo si aquel pobre confesor lo tenía por inmoral e ilícito. Para ellos toda la perfección de la santidad está en la pura observancia externa del ayu– no y en el rezo exacto del salterio. 15. Hermoso panorama de Quarata. Riqueza de su suelo.-La ciudad de Quarata con sus alrededores ofrece un aspecto tan bello y en– cantador que embelesa al viajero que por primera vez la contempla de cerca. Si el arte e industria del hombre ayudara un poquito, podía sin exageraciones compararse con el de las ciudades europeas de Nápoles. Marsella y París. Tiéndese al Poniente el famoso lago Tsana, tocando en su extremidad sus aguas con el azul del firmamento y ofreciendo el fantástico aspecto de un anchuroso mar. Al mediodía, levante y septen– trión, álzase imponente una cordillera de montañas que a modo de anfi– teatro cierra y defiende sus muros, bajando después suavemente su her– moso plano, inclinado con ligeras colinitas en su fondo exuberantes de vegetación. El clima es templado y delicioso: crecen y se desarrollan toda suerte de plantas meridionales, con-,o el limonero, naranjo, nwloco– tonero, el café y la vid. Muchedumbre y diversidad de pajnrillcs de todos colores alegran aquella vasta región, y el lago Pncierra en su fondo una gran variedad de peces de muy diversos tanrnños. Un gra– cioso archipiélago de pequeñas isletas se yergue en medio de lHs aguas del lago, y su litoral puede, en verdad, competir con los puntos más pintorescos del litoral italiano. Sólo se echa de menos la industria del hombre, perfeccionando las bellezas naturales. Pero aquel pueblo PS su– mamente apático e indolente para todo progreso y mejoramiento del país. y dejará siempre a la naturaleza abandonada a su ciego instinto n¡¡turnl. El único medio de lle\'ar a cabo el perfeccionamiento de aquellas belle– zas y riquezas naturales, sería la formación de mw sociedad de comer– ciantes europeos que se dedicara a explotarlas. Porque de los naturales del país nada se puede esperar. Entonces llegaría a ser Quarata el em– porio de la vida de tod,1 aquella antiplanicie etiópica como es su centro

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