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Aunque la respuesta de Luis fue contundente, el señor de Varila quería disipar en el corazón de Isabel hasta las más leves sombras de duda y se atrevió a insistir: Os suplico, príncipe, que, si no es abusar de vuestra bondad, me deis permiso para comunicar esta conversación a la princesa». «Decidle además -agregó Luis- nunca daré oídos a los que tan injusta y despiadadamente la critican. Y como prueba de cuanto acabamos de hablar, la entregáis este pequeño obsequio». Luis entregó a su copero un precioso espejito enmarcado en plata que tenía por detrás un artístico crucifijo 12 . Es fácil imaginar la luz, el gozo y la calma que llevaron al corazón atormentado de Isabel, las palabras y el obsequio de Luis. Fue como si en una noche sin estrellas, empezara a salir el sol por encima de las montañas nevadas. Estrechó emocionada contra su pecho el re– galo de Luis y desde aquel momento vio más tranquilizante su futuro. ¡Dios había apretado mucho ... pero no mas del aguante! 12 Kaplan, B., Vida de Luis, esposo de santa Isabel. .. 27. 48

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