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CAPÍTULO XXXII EN SABROSA INTIMIDAD CON DIOS Santa Isabel fue una mujer de intensa oración. Tendremos oca– sión de demostrarlo en este apartado. Como testimonio autorizado de cuanto afirmemos sobre esta faceta de la santa, valen las palabras de su confesor y director espiritual el maestro Conrado de Marburg. En el informe que elaboró y luego fue enviado a la Santa Sede con motivo del proceso de canonización dice: «Afirmo ante Dios que no sé si he visto alguna mujer que supiera juntar así, a una actividad tan intensa, una vida de tanta contemplación». Cuando hablamos de la oración de la santa, nos referimos a toda su actividad religiosa -oración litúrgica, sacramentos y oración per– sonal-. Daremos sin embargo preferencia a la oración personal donde el corazón de santa Isabel entraba en dulces y gozosos con– tactos con el Jesús, fuente de sus ilusiones y horizonte luminoso de · toda su vida. El amor apasionado por Jesús y el deseo arrollador de seguirle fueron como columna vertebral de toda su existencia y actividad incansable . No se comprendería nada de su estilo de vida, ni de su actividad agotadora, si ignoráramos sus frecuentes y largas horas de oración. Isabel ora, porque desea con todas las fuerzas de su corazón seguir a Jesús y en su oración tiene la mirada puesta en Él. Jesús 181

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