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CAPÍTULO XVIII LA CANÍCULA Luis marchaba ya a la cabeza de sus hombres, agotado y con el corazón roto por sacudidas emocionales de los últimos días , sobre todo en la despedida de Isabel. Con un gran esfuerzo consiguió centrarse en los problemas y necesidades de la expedición religioso– militar en la que estaban embarcados él y sus hombres. En el grupo figuraba la élite de los caballeros de todos sus esta– dos, clara demostración del ascendiente que poseía sobre su gente, si se tiene en cuenta que el alistamiento a la cruzada era voluntario. Su gesto cristiano y heroico fue seguido por los condes que gober– naban los cinco condados en que estaban divididos para su gobierno los estados de Turingia y Hesse. Acompañaban también a Luis el señor de Varita, su copero, Enrique, el senescal, y un numeroso grupo de barones y caballeros. Los grandes desplazamientos y las características especiales de la cruzada, desaconsejaban utilizar importantes contingentes de tropa , sólo figuraba en la expedición un reducido grupo de soldados. A la expedición de Turingia encabezada y coordinada por Luis, se unieron cruzados de otros estados alemanes; Suavia, Franconia y de las orillas del Rin. 105
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