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crucifixión continúa aún; hace tiempo que está puesto en agonía y ésta cada vez se torna más dilacerante.. . Por lo demás yo pro– nuncio siempre elfiat de la resignación". También en la carta del 20 de diciembre .,-la última que escribe el P. Benito el año de la estigmatización- volverá sobre Dios, que es el que es, y sobre su yo, "una nada mezquina", sólo merecedora de desprecio y de la conmiseración de Dios. En tal situación confesaba que se sentía "muy mal en lo físico y en lo moral". Sobre todo perduraba la confusión por aquellas señales exteriores, de las que se reconocía indigno. Señales visibles que, debiendo servir para acreditar su misión ante el mundo, se convertirían en señal de contradicción: unos las besan y otros las rechazan. Acaso haya que buscar aquí la explicación de la confu– sión que siente al verse llagado: en su humildad, que se alza contra miradas curiosas y besos fanáticos sobre unos estigmas no merecidos, y en la incredulidad de tantos, aun siendo tan inequí– vocas las señ.ales del Señor. Creyentes e incrédulos causan su sufrimiento de alma y cuerpo. Por ' este motivo repetirá con frecuencia lo que el arcángel Rafael dijo a Tobías: "Es bueno tener escondido el secreto del rey". Fue por eso por lo que cubrirá pudorosamente, hasta la muer– te, sus manos con medios guantes, y sus pies con calcetines de ruda lana. · A finales de 1918 (lo cuenta eil la carta del 20 de diciembre), a los dolores por las cinco llagas se sumaron otros dolores extra– ños. "Desde hace días noto en mí una cosa semejante a una lámina de hierro que desde la parte inferior del corazón se extien– de hasta la paletilla derecha, en línea transversal. Me produce un dolor acerbísimo y no me deja reposar nada". El "nuevo fenóme– no" lo notará a continuación de otra aparición del "misterioso personaje de costumbre": el del 5 de agosto y del 20 de sep– tiembre. También por causa de este fenómeno recaen sobre el P. Pío confusión e incertidumbre. Es ésta del 20 de diciembre una nueva manifestación de transverberación. La primera, acaecida el 5 de agosto, cuarenta y siete días antes de los estigmas, fue como su preludio. Esta segunda, casi noventa días después de la estimag– tización, fue su corona, amorosa y dolorosa. 99

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