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Repercusiones en su espíritu La primera vez que el P. Pío hace alusión a las heridas reci– bidas -sin emplear la palabra estigmatización- fue en la carta del 17 de octubre de 1918, escrita al P. Benito, veintisiete días después de lo ocurrido. Después de preguntarse quién le librará de aquel cuerpo mor– tal, quién le tenderá una mano para no naufragar en el "vasto y profundo océano" mientras arrecia la tempestad, el estigmatizado capuchino se preguntó a sí mismo y al P. Benito: "¿Será necesario que yo pronuncie el Jiat al fijar mi vista en aquel misterioso personaje que me llagó todo y no cesa en su dura, áspera, aguda y penetrante operación, que no da tiempo al tiempo para que se cicatricen las llagas antiguas, sino que sobre éstas viene y abre otras nuevas con tormento infinito de la pobre víctima?" Una vez más trata de hacerse entender: "Todo mi interior destila sangre y muchas veces los ojos se ven obligados a resignar– se viéndola correr incluso por fuera". Recordando al personaje del 5 de agosto y del 20 de septiembre, el P. Pío asegura que aquél "prosigue su obra sin descanso, con superlativo tormento del alma. Siento en mi interior un constante rumor, semejante a una cascada, que mana siempre sangre". Por tanto, tenemos sangre que corre. Del costado brotaba ya desde el 5 de agosto. De las manos y pies, desde el 20 de sep– tiembre. Una vez recibidos los estigmas, el fraile se había arrastrado desde el coro a la celda número 5, dejando por el pasillo manchas de sangre y sintiendo sobre el pecho la túnica humedecida de sangre. Entre las cuatro paredes de su celda, creemos que trataría de contener la hemorragia en cuanto pudiese, vendando manos y pies y colocando paños absorbentes sobre la herida del pecho. Sangre en el interior, sangre que corre visiblemente: es éste el fenómeno que tiene repercusiones penosas en el herido, que sufre por el dolor y por la confusión. Entrevé la curiosidad de los otros y teme morir desangrado. En la carta del 17 de octubre de 1918, grita: "¡Ay! Cese en mí este tormento, esta condena, esta humillación, esta confusión. No me alcanza el ánimo para poder y saber resistir" En la carta del 22 de octubre de 1918, después de haber escrito 96

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