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En 1966, a cuarenta años de distancia, ante los repetidos requerimientos del -P. Rafael de San Elías en Pianisi, el P. Pío dio otros detalles de la estigmatización. La llaga del costado la · tenía abierta ya desde el 5 de agosto. "Desde entonces la herida del corazón no se ha vuelto a cerrar y cada mañana - declara el P. Rafael- necesita cambiar el paño, todo manchado de sangre, que cubre la herida". El P. Pío precisa el estado suyo que precedió a la estigmatiza– ción de las manos y los pies: "Estaba solo en el coro, en el puesto del vicario, dando gracias por la santa misa y allí, en un momento de quietud y de profunda meditación sobre Cristo crucificado, tuve las llagas de las manos y los pies". Todo lo que el P. Pío dirá más tarde es eso mismo, con alguna variante: "Estaba en el coro el 20 de septiembre de 1918 dando gracias después de la misa... de las nueve a las diez, en un profundo recogimiento; del crucifijo, que se transforma en un gran personaje todo ensangrentado, que está en el coro, parten haces de luz con saetas y llamas que vienen a herirme las manos y los píes, porque el costado ya había sido herido el 5 de agosto del mismo año. Me encontraba solo". El P. Rafael aporta indirectamente otra afirmación acerca del estigmatizado: "Respondió que las heridas o flechas luminosas habían salido de las mismas llagas del crucifijo, transformado en un gran personaje y que fueron a herirle en las manos y en los pies. Todo ello ocurrió en un profundo recogimiento o éxtasis de amor, cuando pensaba en aquel Cristo que tanto ha padecido por nosotros; y él mismo pide con humildad participar vivamente de los dolores de la crucifixión con Jesús, sufriendo en su cuerpo todo lo que sufrió Jesús, hasta llegar a ser un segundo crucifi– cado". Seiscientos noventa y cuatro años antes Una detallada -aunque sobria- descripción del suceso mis– terioso acaecido en el coro de la iglesiuca capuchina en las estri– baciones del Gargano, en septiembre de 1918, recuerda las deta– lladas -tambián sobrias- páginas de Celano, de San Buenaven– tura, del autor anónimo de las Florecillas. En éstas aparece 94
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