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Estos escritos son fragmentos, verdadero diario íntimo del que los escribe. Al mismo tiempo son portadores de luz para el que los lee. Para llegar a dirigir con pleno conocimiento, el P. Pío deseaba conocer el alma a fondo. Exhortaba a escribir. Por ejemplo, el 21 de mayo de 1918, aconsejaba a Antonieta Vona: "Hija mía, escrí– beme siempre con entera confianza de hija y no me ocultes nada. El maestro debe tomar parte no sólo en los dolores, sino también en las alegrías. El alma que ama a otra alma quiere estar en ella y tener conocimiento de todo lo que hay en ella. ¿Cuánto más un padre que representa a Dios por partida doble? Por tanto, cada vez que me escribas , ábreme tu espíritu como un libro, de modo que yo pueda leer hasta los puntos y comas. No me basta, para tu acertada dirección, conocer el estado general de tu alma, sino que quiero también conocer lo que en ella va sucediendo como nuevo y accidental. Si estuvieras bien persuadida del afecto santo que te profeso en el Señor, y del fuego que me quema el alma por tu santificación, no hubiera juzgado necesario hacerte esta obser– vación para moverte a hacer lo que te acabo de decir". Y el 4 de junio de 1918 le escribía: "Quieres que te diga cada cuánto tiempo me has de escribir. Cuando quieras y cuando lo necesites. Por lo menos cada veinte días, contándomelo todo, sin callar nada. El director debe estar informado de todo, de los dolores y de las alegrías". El 28 del mismo mes presentaba las dimensiones de su pater– nidad espiritual: "Escríbeme con frecuencia sobre el estado de tu alma y nada temas. Tendré contigo toda la caridad de que rebosa el corazón de un padre". Los elementos constitutivos de su magisterio de director espi– ritual quedan patentes en muchas cartas y en innumerables afir– maciones a hijos espirituales. Relación de afecto sobrenatural, participación en sus problemas, poner en claro la acción del Es– píritu Santo, descubrir las insidias del demonio, hablar con fran– queza y sinceridad, con pocas palabras, pero siempre convincen– tes . Su método pedagógico se mueve sobre líneas seguras y perso– nales: una especial intuición psicológica, que le acopla a las nece– sidades personales del alma dirigida; que le lleva a comprometer– se. Su base teológica, que pone a Dios como al único maestro del alma y que suscita inagotables energías sobrenaturales. Su actua- 292

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