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clero, la respuesta del P. Pío era siempre inequívoca. Era el clavo que remachaba una y otra vez: No hagáis nada sin el consenti– miento y el permiso de los obispos y de los sacerdotes. Hacedlo todo de acuerdo con ellos y obedeced. La necesidad de encontrarse juntos, al menos una vez al mes, nara orar por las intenciones del Papa y para irradiar caridad hacia todos, debería ser lo esencial de todo Grupo. La reunión no debía significar la formación de un grupo de fans en torno al P. Pío. Fue esto lo que puso en guardia a algunos obispos, al recibir informes de que se les daba este enfoque. Consiguiente– mente, ocurrió que algunos Grupos encontraron "muchas dificul– tades y hostilidades, precisamente de parte de quienes razonable– mente se podía esperar aliento y promoción". El fundador y animador de tales Grupos no tenía necesidad de quienes, en Italia lo mismo que en el extranjero, le asegurasen la publicidad y el botafumeiro. El que conozca la humildad, la discreción, el deseo de pasar desapercibido, el sentido de obe– diencia del P. Pío, tiene que estar convencido de que reunirse para rezar no es fanatismo hacia un hombre, sino la aceptación de la palabra de Jesús, el cual dice que está presente donde dos o tres se reúnen en su nombre. En un mundo que camina hacia la secularización, hacia la negación de Dios, con una teología de la muerte de Dios, los Grupos promovidos por el P. Pío debían ser -lo .dijo el Card. Lercaro- "una llamada del hombre evangélico a la nece– sidad de Dios, de sus certezas y esperanzas, de su caridad y de su gracia...; una profesión colectiva de confianza en la paternidad amorosa del Señor..., un vínculo de fraternidad que une a todos los que en él toman parte, y que además se extiende a todas las miserias, necesidades y sufrimientos". Por este espíritu, la minúscula semilla sembrada en el mundo desde San Giovanni Rotando, encontró un desarrollo rápido. A los diez años de vida, con ocasión del primer Congreso Nacional en Catania, el 12 de septiembre de 1959, se hizo constar la amplia difusión de los grupos en Italia y en el extranjero. En mayo de 1966 el número de Grupos de oración casi llegaba a los 600 en Italia y fuera, 56. En el cuarto Congreso internacional del 22 de septiembre de 1968, había 726 Grupos de oración, organi– zados y trabajando en una veintena de naciones, con 68.000 ins– critos. El P. Carmelo de San Giovanni Rotonda los saludó como 289
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