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interior vitaliza su asimilación al misterio de Cristo, que alaba la bondad del Padre e intercede con gemidos y lágrimas, purificán– dose interiormente e intercediendo sin descanso por el bien de los hermanos. El P. Agustín evidencia la• continuidad de la oración del P. Pío. "Se admira en el padre la unión habitual con Dios. Cuan– do habla o se le habla, uno se da cuenta de que su corazón y su mente no se apartan del pensamiento y del sentimiento de Dios". "El pensamiento de Dios le es habitual. Vive la vida interior como la vivían los santos. Hasta cuando habla con otros se ve que su espíritu se eleva a Dios". "Su oración es incesante: la unión íntima con el Señor, habitual". "La unión espiritual con el Señor es incesante. No hay duda de que el padre no pierde un instante esta unión mística". "Su unión mística con Dios es habi– tual y hasta se podría decir que actual". "Intima unión con Dios, de día y de noche". · El mismo P. Pío confirma todo esto cuando escribe al P. Be– nito el 20 de noviembre de 1921: "Tengo siempre a Dios fijo en la mente y grabado en el corazón. Jamás lo pierdo de vista". El P. Gerardo de Deliceto, vicario del convento de San Gio– vanni Rotondo, da testimonio de la oración continua del P. Pío: "Hasta la fecha no he conocido a nadie que, como el P. Pío, pueda ofrecer el ejemplo de un alma en recogimiento continuo, en oración ininterrumpida, incluso cuando conversa diariamente con los demás religiosos, desde las primeras luces del alba hasta las últimas horas del atardecer... Viéndole a él, pude comprender cómo su seráfico padre - suyo y mío- pudo ser 'más que un hombre que ora, la oración hecha hombre'". El mismo P. Gerardo dice que no hay manera de describir la oración del P. Pío, que culminaba en la celebración de la misa. Esto explica la afluencia de gentes que, durante todo el año, acudían a la iglesia, a veces en forma ruidosa, a veces empuján– dose unos a otros sin miramiento, con tal de asegurarse los sitios más cercanos al altar, por el deseo de ver en la misa del P. Pío "un auténtico espectáculo de lo sobrenatural". El celebrante, con la sagrada forma entre las manos, convencía a millares de perso– nas de su calidad de hombre que ora, de hombre que creía verda– deramente. Se pueden escoger a placer testimonios sobre la oración del P. Pío. 282

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