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' de la hermandad de. la Tercera Orden Franciscana, erigida en Santa María de las Gracias. Pío XII, el 4 de abril de 1957, le confirmó como .director vitalicio de la hermandad de terciarios y le declaró director y guía responsable de la Casa Alivio. La Casa tuvo con ello autonomía yordenación jurídica. El fundador y los terciarios franciscanos debían asegurar a la Casa Alivio una or– ganización ordenada y, sobre todo, el auténtico espíritu de San Francisco. Después de la muerte del padre, la Casa quedará erigida como ente jurídico de culto y de religión, por decreto de la Secretaría de Estado, con fecha del 6 de abril de 1970. El Presidente de la República, por decreto del 14 de enero de 1971 , reconoció su person"alidad jurídica, organizada con un estatuto propio. La Casa - por la que el padre tanto tuvo que sufrir y en favor de la cual supo suscitar tanta generosidad cristiana- queda como "la interpretación más feliz y más auténtica de la caridad evangé– lica... Es maravilloso que un humildísimo hijo de la pobre tierra del sur de Italia - y lo pobre que era en aquel tiempo- , que vivió en el desnudo ambiente de un convento capuchino, haya intuido con tanta lucidez, con tanto vigor, lo que otros no sólo no llega– ron a imaginar, sino que, aun viéndolo realizado, no han acertado a valorar y a comprender. Quiso... que al pobre enfermo se le diese una hospitalidad y una asistencia cualificada, que todos los recursos de la ciencia se pusieran al servicio de su vida, en un ambiente confortable y decente. De este modo, de un salto, superó el clima deprimente de un hospital tradicional". Hay que añadir que con ello el P. Pío -como D. Bosco , el Cottolengo, D. Murialdo, D. Guanella, D. Orión, D. Calabria– dio una prueba de la eminente dignidad de los pobres en la Iglesia, y demostró una fe que descubre en el pobre, en el enfermo, en el que sufre, el retrato de Cristo e intenta atenderle con un estilo nuevo, el estilo de la caridad. Aun cuando el P. Pío no hubiese hecho otra cosa en su vida más que esta Casa, sería suficiente para obligar a los hombres a admirarle y amarle. Bastaría para hacer comprender algo del corazón de la Iglesia. 269
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