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12 ALIVIO DEL QUE SUFRE Fiebres altísimas La salud del P. Pío osciló durante toda su vida como un péndulo, señalando con preferencia tiempos difíciles. Una peculiaridad fisiológica le acompañó durante muchos años: la hipertermia. Clínicamente fue comprobada en 1916, cuan– do prestaba el servicio militar en Nápoles, en una sala del hospital principal de la Trinidad. Para devolverle la salud, le sometieron a investigaciones clínicas, tomándole metódicamente la tempera– tura. En los termómetros normales se rompía la columníta de mercurio, tan alta era la temperatura. Esa constatación, repetida varías veces con el mismo resultado, favoreció el alta definitiva de aquel enfermo extraño. A continuación, durante la breve permanencia en Foggia, los intentos de tomarle la temperatura hacían estallar los termóme– tros. Un médico recurrió a un termómetro de bañera. A los pocos instantes el mercurio señalaba los 48 grados centígrados. Y los mismos controles y los mismos resultados en San Giovanní Ro– tono. En estado febril, llegó a los 48'5 grados, controlados por el doctor Festa. Afectado de una temperatura tan elevada y con relativa fre– cuencia, el padre "daba impresión de que sufría mucho, a veces se movía continuamente en la cama, pero sin delirar y sin las moles– tias que suelen acompañar a las fuertes alteraciones de la fiebre. Después de un día o dos, todo volvía a su estado normal, y al tercer día se le veía de nuevo en el confesonario". La fiebre alta le obligó, de cuando en cuando, a guardar cama más días. Por ejemplo en 1946, "del 12 al 14 de marzo el padre 253

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