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pecadores. "¿Qué significa todo esto? ¿Un hombre crucificado durante medio siglo?" Y el mismo Cardenal .responde: "En el acontecimiento del P. Pío leemos la verdadera realidad de nuestro tiempo .. . ¿Sabéis por qué Jesucristo murió en la cruz? Por los pecados de lqs hombres, y cuando aparece en la historia algún crucificado... eso significa que el pecado de los hombres es grande y que para salvarlos es preciso que alguien suba de nuevo al Calvario, sea allí crucificado y sufra por sus hermanos. Nuestro tiempo necesita hombres que sufran lo que sufrió el Hijo de Dios: el sufrimiento del P. Pío ha sido, en nuestro siglo, su manifestación más palpable... Respetemos el secreto de Dios, pero aquí está todo el misterio del P. Pío: sufrir por los pecados de los hombres. Acaso sí no existiese en el mundo un pecado tan grave, tan aplastante, en todas las direcciones de la vida, manifes– tado con malicia satánica, su caso habría sido diverso. Acaso Dios hubiese concedido sus gracias místicas al P. Pío sin obligarle a estar clavado en la cruz cincuenta años. Pero no fue así. Es una señal divina". Como si no bastase su vida de Cireneo ni su constante repe– tición del fzat, el estigmatizado pedía m.ás cruces, se imponía otras mortificaciones para salvar, para vivir su misión santifica– dora. Por eso "las penitencias voluntarias del P. Pío debían servir de medio para una mayor purificación suya, para su perfección cristiana y religiosa, pero también para poder servir de canal de la misericordia y de las gracias de Dios para con los pecadores... Su prolongada oración, sobre todo de noche, le mantenía en contacto constante y en coloquio con Dios ... , pero también era una ocasión para tratar con Dios acerca de la salvación de sus penitentes y para prepararse a un encuentro fructífero con los pecadores, para enfrentarse a Satanás. Todo lo que fue, todo lo que recibió de Dios, todo lo que hizo, iba ordenado al ministerio de la confesión, con la que ha desatado verdaderos terremotos de conversión a Dios y a los hermanos, abriendo un camino de renovación cristiana". Si la postura del P. Pío - como la de todo el que lleva una carga- es la curva del Cireneo, su conducta es !a conducta vale– rosa de David contra Goliat. El humilde fraile contra el mal de todo el mundo. Vivió, realmente, con los ojos abiertos, con el alma y el cuerpo doloridos, aquel encuentro con el extraño per- 145
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