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¿Y por los hermanos? ¡Ay de mí! Cuántas veces, por no decir siempre, tengo que decirle al justo Juez como Moisés: perdona a este pueblo o bórrame del libro de la vida". Define así su vida: "Qué duro es vivir con el corazón. Tiene uno que morir a cada instante de una muerte que no mata sino para vivir muriendo y muriendo vivir". Muchas veces el fraile del Gargano pide para este amor total, para este "fuego devorador", un agua refrescante. Por ejemplo, pide oraciones al P. Benito "para que venga un torrente de agua" que lo refrigere "un poco de estas llamas devoradoras" que le abrasan el corazón "sin un punto de reposo". El 29 de enero de 19 l 9 se vuelve a Dios para decirle: "Vos me habéis tornado im– paciente, me habéis conquistado, me habéis quemado las entra– ñas, habéis metido en mi interior un río de fuego. ¿Cómo podré dejar de lamentarme, si Vos mismo me obligáis a poner a prueba mi fragilidad?" La mirada que el propio P. Pío posa sobre sí mismo y sobre sus llagas -adorando los designios del "misterioso personaje" del 20 de septiembre de 1918- le recuerdan -más que el dolor del costado, de las manos y los pies- el fuego que le quema el alma y su debilidad para soportarlo. Sólo aquel fuego será el que sostenga su afirmada y reafirmada debilidad. Sobre todo en los días inminentes de la prueba. 135

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