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Ardiente y frágil Dolor y amor son los dos carriles por los que el P. Pío se ve obligado a caminar. Es un amor total: el que sube verticalmente hacia Dios, y el que se extiende horizontalmente hacia el mundo. Espigamos algunas de sus expresiones más reveladoras: 29 de enero de 1919. "Me siento ahogar en el piélago inmenso del amor del amado. Estoy sufriendo una continua indigestión. Pero es dulce la amargura de este amor y suave su peso.. . El corazón, tan pequeño, se siente incapaz de contener el inmenso amor. .. Al desbordarst en el pequeño vaso de mi existencia, se sufre el martirio de no poder contenerlo: las paredes interiores de este corazón están a punto de estallar.. . Me siento morir". 6 de noviembre de 1919. Mientras el reloj da las doce de la noche, escribe al P. Benito: "Pobre de mí. No puedo encontrar descanso. Cansado y sumergido en una extrema amargura, en la desolación más desesperada, en la angustia más angustiosa, no ya de no poder, no, encontrar a mi Dios, sino de no sacar provecho y de no ganar a todos los hermanos para Dios... Sufro, pido a Dios la salvación para ellos". 1de enero de 1921. Escribe: "Me encuentro llevado vertigino– samente a vivir para los hermanos, y por consiguiente, a embria– garme y saciarme de aquellos mismos dolores de los que me estoy lamentando sin poderlo remediar". . 23 de octubre de 1921. Antes de definirse como aquél "que se ha consagrado todo y sin reserva a Jesús y a las almas", resume su trabajo diario: "He trabajado, quiero trabajar; he rezado, quie– ro rezar; he pasado insomnios y los seguiré pasando; he llorado y quiero llorar siempre por mis hermanos de destierro. Lo sé, comprendo que es poco, pero es todo lo que sé hacer. De esto soy capaz y eso es todo aquello de que me siento capaz". 20 de noviembre de 1921. Sintetizando la doble dirección del amor, se declara incapaz de "echar fuera todo este volcán siempre ardiendo" que le abrasa y que Jesús ha metido en su corazón "tan pequeño". "Todo se reduce a esto: me siento devorar por el amor a Dios y al prójimo. A Dios lo llevo siempre fijado en la mente y estampado en el corazón. Jamás le pierdo de vista. Me llega al · alma admirar su belleza, sus sonrisas , y sus turbaciones, sus mi– sericordias, sus venganzas, o mejor, los rigores de su justicia... 134

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